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El renacer de la ética
Son tantos los modelos que evidencian la enfermedad mental de la sociedad que estos van socavando el inconsciente.
Viernes, 30 de Diciembre de 2016

En un mundo dominado por los intereses particulares, donde prima la individualidad, el egoísmo, la insolidaridad y la corrupción hablar de ética significa colocarnos en un plano superior.

El origen de la ética, cuyo fin principal es el estudio de lo correcto o equivocado del comportamiento humano, sabemos que se remonta a la antigua Grecia donde el gran Platón inició la reflexión filosófica; pero que hoy día se ha desvirtuado totalmente.

Y ese cambio drástico en la sociedad infortunadamente se produce en el mismo seno familiar. Ejemplos muy claros que nos indican el  comportamiento ético : cuando el padre envía a decir a sus hijos que no se encuentra en casa le está enseñando a mentir, cuando un padre o madre es infiel le está enseñando a engañar, cuando un padre o madre se ufana y le enseña a sus hijos a vender productos con exageradas ganancias le está enseñando a explotar, cuando un padre vinculado al sector oficial mediante contratos aumenta los precios de los materiales, o usa unos de menor calidad les está enseñando a ser deshonestos.

Son tantos los modelos que evidencian la enfermedad mental de la sociedad que estos van socavando el inconsciente de las personas y  los niños, por ser más vulnerables y receptores, asumen como naturales. Una sociedad donde prima  el preconcepto de que “todo vale”, de “el fin justifica los medios”, no puede menos que minar lo más sagrado: la moral.

Relacionándose con otras disciplinas como la antropología, el derecho, la sociología, la psicología, la ética marca el camino del bien, del accionar humano para llevarnos a comportamientos deseables, acordes con la naturaleza del hombre como ser inteligente y dominante del mundo. 

De allí la observación de la ética normativa, o deontología, donde nos enseña que hacer las cosas bien  es nuestro deber. Y en esto último radica que nuestra Colombia vaya quitándose de esos puestos deshonrosos de corrupción.

Asumamos que es nuestro compromiso moral que las actividades propias, rutinarias de nuestro trabajo o familiares deben estar enmarcadas dentro del bien, sin menoscabar a otros, sin explotar, sin robar. 

Y un papel preponderante lo tiene la educación. Hay que reforzar la ética en las instituciones, hay que darle la importancia merecida,  inculcar desde la primera infancia todos los principios que favorezcan al mayor número de personas y no a unos cuantos.

No sigamos muy al pie de la letra lo que escribió Platón, en La República, donde solo a los gobernantes les pertenece el privilegio de mentir, a fin de engañar al enemigo o a los ciudadanos en beneficio del estado. Pareciera que nuestros gobernantes estuvieran muy apegados a estos pensamientos y la virtud y la moderación en la vida no fuera conocidos  por  ellos.

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