Por esta época se realizan las asambleas ordinarias de las diferentes empresas, teniendo como uno de los objetivos fundamentales la de elegir la juntas directivas que deben acompañar a la administración en la fijación de los objetivos y en el control de la marcha institucional.

Este hecho, se constituye en uno de los elementos más valiosos de la organización, pues dependiendo de la calidad de su composición, se verá si la empresa estará en capacidad de tener una buena proyección con metas ambiciosas y con tareas que representen la generación de valor para la organización.

Muchos son los criterios que se deben tener en cuenta a la hora de la escogencia:

En primer lugar, la conformación de los integrantes, entendiendo no solo su hoja de vida, sino sus ejecutorias y su forma de pensar desde el punto de vista de la capacidad de creación y de la pericia para ejercer la prospectiva adecuada, con un sentido pragmático, lúcido y estratégico, enmarcado en los cánones de la ética.

En segundo lugar, es importante que la junta tenga una composición variada: un buen administrativista, un buen comercial, un buen financiero y un par de elementos conocedores a fondo del negocio que se ejerce.

En tercer lugar, que esa junta no sea escogida únicamente con el criterio del gerente, pues se requiere que además de asesorar a este, también lo controle y le diga las cosas con franqueza descarnada, así como también, le pida cuentas de todas las tareas y de todos los asuntos pendientes por ejecutar.

En cuarto lugar, que esos miembros sean personas dispuestas a involucrarse mucho más allá de la reunión de junta: en la evaluación de la información, en la consecución de propuestas y en la participación de comités específicos, y en un aspecto fundamental que es la evaluación del riesgo.

En quinto lugar, el miembro de junta debe tener plena conciencia de su permanente labor como evaluador del director de la empresa y de su equipo, como responsable que es de una rendición de cuentas ante la asamblea. Los resultados deben ser producto de un ejercicio mancomunado de acción, revisión de políticas, rectificación de errores y de alcance ambicioso de metas.

Y por último, recomendar al sector público para que vincule elementos valiosos, con capacidad técnica,  alejados de la política y comprometidos con el buen gobierno, para evitar los desastres que a diario ocurren en ese sector.