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General Santander, discúlpenos
Es irónico que nuestro departamento, el cual lleva su apellido, sea hoy en día un foco de corrupción e ineficiencia estatal. 
Martes, 23 de Febrero de 2016

Cada vez que tengo la oportunidad de pasar por enfrente de la casa del general Francisco de Paula Santander en Villa del Rosario, siento tanta vergüenza que quisiera ocultar mi cara. 

Me siento avergonzado con su memoria, porque si este “héroe de la administración americana”, como lo llamaba nuestro libertador, pudiera ver las groserías de todo tipo que se cometen en su querida Cúcuta, se arrepentiría de que fuéramos sus paisanos.

Todos sabemos que Francisco de Paula Santander fue un hombre indispensable para la organización de nuestra república recién independizada. Él era un hombre con templanza y hablaba sin titubeos, tal como somos en nuestra región. 

Era la mano derecha de Simón Bolívar, era quien lo ayudaba a administrar eficientemente el Estado mientras éste lideraba cruentas batallas en el sur del continente. Eran un dueto perfecto, y Santander era reconocido por su trabajo y amor incansable por la patria y sus ideales modernos.  

Es irónico que nuestro departamento, el cual lleva su apellido, sea hoy en día un foco de corrupción e ineficiencia estatal. 

Me causa curiosidad, por ejemplo, qué hubiera dicho Santander si pudiera presenciar la descarada administración de la principal universidad pública de Cúcuta, la cual también lleva su nombre. 

Pues él mismo fue quien firmó el decreto sobre sanciones a los empleados de hacienda de 1819, en el que se establecía que al funcionario que fuera responsable de fraude seria condenado a pena de muerte. En esa época, ser ladrón no era tan fácil como ahora.   

Recordar la vida y obra de los héroes de nuestra historia no es carreta, de hecho, es una herramienta muy poderosa que nos ayuda a fortalecer las emociones de los ciudadanos para que luchen por el bienestar de su sociedad. 

Cuando se conmemoran las hazañas de hombres y mujeres de carne y hueso que fueron capaces de romper el estatu quo para que su pueblo diera un paso adelante, nos damos cuenta de que es posible derribar los obstáculos por complejos que estos parezcan. Si hace dos siglos, fuimos capaces de acabar son la dominación española en nuestro territorio ¿En realidad, es tan difícil para nosotros acabar con la corrupción? Para Santander, los corruptos de hoy hubieran sido un enemigo fácil.    

No existe evidencia científica que afirme que los cucuteños estamos condenados a tener gobernantes incompetentes y ciudadanos irresponsables. Lo normal sería que de una vez por todas nos libremos de la mediocridad en nuestra forma de pensar y actuar, para empezar a formar ciudadanos ejemplares como Santander. Y no es tan complicado, una forma de empezar podría ser incentivar a nuestros hijos y coterráneos a cantar el himno nacional, departamental y local con entusiasmo. Los símbolos patrios se crearon precisamente para eso, para fomentar las emociones altruistas de sus ciudadanos y el respeto por el trabajo de nuestros antepasados.

Cúcuta ha sido una ciudad más gloriosa que vergonzosa, aquí se firmó la primera constitución de la Gran Colombia y fuimos un centro comercial estratégico durante décadas. Por eso, en nombre de todos los nortesantandereanos sensatos, le pido disculpas a la memoria del General Santander, porque no es justo con hombres de honor como él, que tengamos a nuestro departamento en estas condiciones. Debemos estar orgullosos de ser nortesantandereanos, porque tal vez eso es lo que ha hecho falta, un regionalismo que hay en otros departamentos exitosos del país. La misma convicción útil que hizo grande a Santander y que nos puede volver a hacer grandes a nosotros.   

Aquí dejo algunas frases inspiradoras del Gran Santander:

“Ciudadanos de Cúcuta, forjad los destinos de la República.” (Congreso de Cúcuta, el 30 de agosto de 1821)

“Compatriotas: vuestro honor, vuestra felicidad, reclaman imperiosamente vuestra más eficaz cooperación.” 

“Ojalá hubiera querido a Dios tanto como quise a mi patria.” (Palabras en su lecho de muerte en 1840)

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