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La buena y la mala suerte
Un día el muchacho montó uno de aquellos caballos, que lo tumbó y le fracturó una pierna. “Mala suerte” dijeron los vecinos. El viejo volvió a decir “Dios proveerá”
Martes, 7 de Febrero de 2023

Cuenta una leyenda que en un campo lejano vivía una familia pobre, cuyo sustento dependía de un caballo en el que el viejo transportaba cargas ajenas. Cuidaba mucho a su caballo, única fuente de ingresos que poseía. Su hijo, ya muchachón, le ayudaba al papá en el oficio. Pero una mala noche, el caballo encontró el corral abierto y se escapó. “Mala suerte”, dijeron los vecinos cuando supieron lo sucedido. El viejo no renegó. Volvió los ojos al cielo y dijo “Dios proveerá”.

A los tres días, una madrugada, la familia se levantó al escuchar un tropel de caballos. Su sorpresa fue grande cuando vieron a su caballo que regresaba, pero esta vez acompañado de varios caballos salvajes que pastaban en la pradera y lo siguieron. La familia tuvo así no uno sino varios caballos. “Buena suerte” dijeron los vecinos. El viejo sólo dio las gracias a Dios.

Un día el muchacho montó uno de aquellos caballos, que lo tumbó y le fracturó una pierna. “Mala suerte” dijeron los vecinos. El viejo volvió a decir “Dios proveerá”.

A la semana siguiente pasó la Guardia oficial reclutando muchachos para enviar a la guerra, que otro país le había declarado a su nación. El muchacho se salvó del reclutamiento por la pierna fracturada. “Buena suerte” insistieron los vecinos. El viejo miró al cielo, agradecido.

Y entonces uno se pregunta: ¿Esta familia tenía buena o mala suerte? ¿Qué es la buena suerte? Algunos dicen “A fulanito se le apareció la Virgen” cuando se gana la lotería o se consigue un buen puesto o alguien lo ayuda “a sacar la pata del barro”. “Sutanito sí es de buenas”, dicen otros.

Conocí un tendero (q.e.p.d., se lo llevó el Covid), que de cuando en cuando se ganaba un chance. No eran millones pero sí varios miles de pesos los que le llegaban porque “era de buenas”. El hombre repartía lo ganado en tres partes iguales: Para la casa, para la tienda y para tomar trago. Cerraba el negocio durante tres o cuatro días para irse con sus amigos a derrochar el tercio de su ganancia, aquello que la “buena suerte” le deparaba con frecuencia.

Otros todas las semanas le echan plata al baloto con la esperanza de que la suerte les sonría. Y a algunos les sonríe. A otros se les muestra esquiva. Supe de un joven paisano que se ganó casi que a la fuerza el extra de navidad, hace algunos años. El lotero le rogaba que le comprara el “el último quinto que le quedaba”, y el muchacho se negaba. Por quitárselo de encima, más que por fe en su buena suerte, le adquirió el pedazo y ese número fue el ganador. La suerte lo buscaba y el muchacho se negaba. Por cierto –dicen-, el ganador, ya hecho millonario, cambió de amistades.  

En Las Mercedes, hace unos años, había un dicho: “De malas que es uno, como dijo Tolo”. Tolo, hijo de un gran amigo, explicaba que había perdido el año por ser de malas, pues en su libreta de calificaciones apenas había quince rojos, “pero regaditos”.

Nadie sabe a ciencia cierta qué es y qué no es la buena suerte, pero se la puede atraer con baños, con sahumerios, con sesiones espiritistas. Lo que para algunos puede ser buena suerte, para otros puede no serlo. A comienzos de año corre el chiste del tipo que dice: “Compré calzoncillos amarillos para la buena suerte, el 31 de diciembre. A los quince días mi mujer me abandonó. O sea que la cosa sí funciona”.

gusgomar@hotmail.com

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