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La educación y el modelo político
El nuevo modelo que arranca en Colombia este próximo 7 de agosto y los cambios en el mercado.
Sábado, 9 de Julio de 2022

 

En 2017 salió a las librerías el libro La Muerte de la Experticia, donde el autor Tom Nichols toca un tema de candente actualidad y que genera pasiones: ¿Por qué en el momento que la sociedad humana dispone de más información coincide con época de mayor desinformación? Dicho de otro modo, ¿por qué hoy no se respeta el conocimiento experto y cualquier opinión es igual de válida?

“Estados Unidos es ahora un país obsesionado con el culto a su propia ignorancia”, menciona y añade, “el mayor problema es que estamos orgullosos de no saber cosas … Peor aún, lo que encuentro tan sorprendente hoy no es que la gente descarte la experticia, sino que lo hagan con tanta frecuencia, en tantos temas y con tanta ira”. Y continua “es una arrogancia infundada, el ultraje de una cultura cada vez más narcisista que no puede soportar ni el más mínimo indicio de desigualdad de ningún tipo”. Él estudia Estados Unidos pero es claramente aplicable a Colombia.

Y concluye con esta declaración que muestra como el “progresismo” inundó el lenguaje de la sociedad: “Mientras tanto, cualquier afirmación de experiencia de un experto real produce una explosión de ira en ciertos sectores de la sociedad estadounidense, que inmediatamente se quejan de que tales afirmaciones no son más que falaces “apelaciones a la autoridad”, signos seguros de espantoso “elitismo” y un esfuerzo evidente por utilizar las credenciales para sofocar el diálogo requerido por una democracia “real”.

Los estadounidenses ahora creen que tener los mismos derechos en un sistema político también significa que la opinión de cada persona sobre cualquier cosa debe ser aceptada como igual a la de cualquier otra. Este es el credo de un buen número de personas a pesar de ser una tontería obvia. Es una afirmación plana de la igualdad real que es siempre ilógica, a veces divertida y a menudo peligrosa”.

En el modelo que Colombia arranca este próximo 7 de agosto, el estado se convierte en el máximo, y aun no sabemos, si único empleador. Las competencias para ser parte de la burocracia es ser “seguidor” de algún político y tener títulos para escalafón sin importar pertinencia, calidad e intensidad. Y por tanto, “democráticamente” todos tienen “derecho” a entrar a la universidad y a estudiar gratis lo que quiera sin importar la calidad y la exigencia.

Es la “democracia popular” que tanto defiende Fecode, que no acepta que los maestros sean examinados. Que Nichols lo diga por mí: “Como resultado de este mayor acceso a la educación superior, la palabra “universidad” en sí misma está perdiendo significado, al menos en términos de separar personas educadas de todos los demás. “Graduado universitario” hoy significa un montón de cosas. Desafortunadamente, “una persona de logro educacional demostrado” no siempre es uno de ellos”. Y agrega que hoy las universidades impulsan la inflación educativa como los bancos nacionales la inflación monetaria. Los primeros emiten muchos diplomas y los segundos muchos billetes.

La principal característica de la economía de mercado es que obliga a la especialización para realizar operaciones de alto nivel de dificultad que requieren una educación de calidad en conocimientos y competencias. Y ahí es cuando funciona la pirámide educativa. En la base está el trabajo consistente en la venta de la fuerza de trabajo, seguido por el trabajo técnico para operación de equipos industriales, trabajo técnico de alto nivel, el estudio profesional dedicado a innovación y creatividad y el estudio doctoral, que busca avanzar el conocimiento.

En una economía de mercado sana se requieren muchos institutos técnicos de alto nivel, no tipo SENA de la época de Prada, sino creados por acuerdos de industria-academia y pocas universidades. Cada loro va a su estaca y todos pueden vivir de su trabajo, pero cada estaca exige competencias que la masificación de la universidad no va a dar.

Cantidad (masa), no calidad (diversidad), es el “cambio” educativo que viene; ideología, no desarrollo.

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