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Columnistas
La ignorancia de una Nación
Nuestra ignorancia nace cuando nos negamos a pensar por nosotros mismos.
Martes, 16 de Octubre de 2018

El panorama de nuestra época oscila entre la esperanza y la desolación. Por un lado, las innovaciones tecnológicas y médicas no paran, y por el otro, nuestro interés por ellas disminuye. La diferencia entre la atención que le prestamos a las celebridades y la atención que le brindamos a las personas importantes, aquellas que luchan por una humanidad mejor (médicos, científicos, ambientalistas, etc.) es una pequeña muestra de nuestra ignorancia y nuestro desinterés por salir de esta condición. 

Podríamos pensar que sólo los millennials (personas nacidas a partir de 1981) somos culpables de la obsesión con la imagen y las apariencias, ya que navegamos en plataformas que vanaglorian y admiran la banalidad y la falsedad, como lo son las redes sociales. Sin embargo, las demás generaciones también están relacionadas con la falta de racionalidad e inteligencia en nuestros modos de vivir. Esto último podría extrapolarse a las plataformas políticas, ya que no sólo son escenarios donde se intercambia información, también son el espacio donde se toman decisiones relacionadas con nuestra vida y futuro. Pero, a estas últimas plataformas las tratamos con la misma banalidad (o aún más) que a las Web. 

Nuestra ignorancia nace cuando nos negamos a pensar por nosotros mismos, y crece cuando nos negamos a hablar, discutir y debatir sobre lo que pensamos. Crece cuando nos da pereza actuar y le dejamos nuestras responsabilidades colectivas a otros, cuando nos quedamos en la cómoda pasividad del NoSabe/NoResponde. 

Somos una Nación ignorante no porque tan sólo el 10% de la población empleada tiene formación en educación superior (sin discriminar entre técnica/tecnológica y profesional universitaria), según cifras del DANE, ni porque leamos sólo 5 libros por año, según MinCultura, no es por eso, sino porque pasamos de estas cifras y nos dan igual. Pasamos de todo esto sin ninguna pena ni vergüenza, porque creemos que la exigencia de una salud mejor, una educación mejor y una pensión mejor son causas ajenas y que sólo mueven a rebeldes y desadaptados. No pensamos en cómo sumarnos a una movilización social para que tenga efectos reales, sino en cómo evadir el trancón que esta nos causa. Si los médicos protestan, no salimos, si los profes protestan, no salimos, si los jóvenes…si los campesinos…si los indígenas…etc. 

En Cúcuta y Norte de Santander el único lobby que se hace es a título personal y para beneficio propio: El contrato, la licitación, el aceleramiento o hundimiento de un proceso jurídico. No hicimos lobby cuando se anunció el cierre del asilo de Pamplona por falta de recursos, ni hicimos lobby cuando se hicieron cambios en el manejo de los recursos de la estampilla ProHospital HUEM, por mencionar algunos ejemplos. 

Tampoco le hemos dado la suficiente importancia al premio de investigación que ganó la cucuteña Karen Martínez, una joven microbióloga que creó un sazonador a base de tomillo que blinda las carnes contra las bacterias, más prensa ha tenido la participación de una mujer trans en Miss Universo, un concurso tan banal como lejano a nuestra ciudad. 

Además, en Norte de Santander estamos al borde de una nueva ola de desplazamiento masivo a causa de las amenazas que enfrentan los líderes sociales de áreas rurales del departamento, pero la presencia y acompañamiento institucional es prácticamente nula. Si los amenazados fuesen los empresarios del sector palmicultor, por ejemplo, ya se habría visto la presencia del Estado, incluso del Presidente Duque, y el afán por protegerlos. 

Finalmente, a pesar de este panorama, hay esperanza. Si empezamos a buscar el progreso colectivo, transformaremos nuestra realidad y se podrá dejar atrás la ignorancia. Si empezamos a darle más importancia a la solidaridad y los buenos actos, más que a los followers, habremos dado un paso en la dirección correcta. Si criticamos más los “30 segundos niña y termina”, si nos sumamos a los debates por los derechos individuales y colectivos, si pensamos más en el otro, ya estaremos disminuyendo nuestra condición de Nación ignorante. 

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