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Los jóvenes y la guerra
Hoy este dilema axiológico nos debe alertar de lo que pasa en nuestro país
Sábado, 15 de Julio de 2023

Los jóvenes siempre serán una población afectada por la guerra, así lo demuestra la historia. Su definición como grupo social y su inmersión en los conflictos nunca ha escapado a la barbarie ni al populismo, en todas las veces la juventud siempre ha sido la población más afectada por las guerras en la historia de la humanidad, por su amplitud biológica, por su instrucción escasa entre la transición de niñez a la adultez, la mayoría de las veces, por la facilidad de manipulación de las masas y la instrumentalización al servicio del quien obtenga el poder.

Esta discusión no es nueva; las relaciones de edad son construcciones sociales y, por tanto, históricas, porque el significado que tienen en una sociedad depende del orden económico, social y político de ésta, aunque también hay componentes biológicos y de desarrollo.

Se puede definir la juventud como el período de la vida de una persona en el que la sociedad deja de verle como un niño, pero tampoco le da un estatus, funciones y papeles completos de adulto.  Desde los siglos VIII al VII a. C. en una parte de Grecia la educación espartana se consagra al dominio de las armas.

Los jóvenes espartanos no debían buscar ya, como en los siglos anteriores, su gloria personal (ideal homérico), sino la colectiva, la victoria de la ciudad. El poeta Tirteo plasma bien esta novedad ética: “Es bello morir, en primera línea, como valiente que lucha por su patria”.

Esta reflexión me lleva a pensar las definiciones en medio del conflicto colombiano y la propuesta de pagarles a los que delinquen para que dejen afectaciones a la sociedad y motivarlos a no participar. Esta fórmula ha fracasado siempre, aunque es muy útil para la determinación ideológica de los fines propuestos.

Qué pensaran quienes día a día se esfuerzan por salir adelante y que no reciben tributo ni aliento de nadie, de quienes nunca siendo jóvenes tomaron la maldad como camino y muchas veces el rechazo ha sido la respuesta a sus sueños e iniciativas.

Volviendo a la historia, otro caso fue Alemania, las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend, HJ) era el movimiento juvenil organizado por los nazis. Estaba compuesto de secciones diferentes para niños y para niñas. La rama masculina se llamaba simplemente las Juventudes Hitlerianas. La rama femenina se llamaba la Liga de Jóvenes Alemanas (Bund Deutscher Mädel, BDM).

Cuando los nazis subieron al poder en enero de 1933, el movimiento de las Juventudes Hitlerianas contaba con unos 100.000 miembros. Para finales de ese mismo año, la afiliación había aumentado a más de 2 millones (el 30% de los jóvenes alemanes de 10 a 18 años). En los años siguientes, el régimen nazi animó y presionó a los jóvenes para que se unieran a las organizaciones de las Juventudes Hitlerianas. El entusiasmo, la presión de los compañeros y la coerción provocaron un aumento significativo de la afiliación. Para 1940, esa cantidad ascendía a 7.2 millones (el 82%), llevando a construir la continuidad del Tercer Reich y la semilla del régimen en condición perpetua.

Hoy este dilema axiológico nos debe alertar de lo que pasa en nuestro país. A diario, educadores, comunidades y padres de familias, entre otros, luchamos para arrebatarle los jóvenes a la guerra, pero no es financiando el no delinquir, sino educándolos en ética, moral y sanas costumbres. Como diría Don Bosco: “Buenos cristianos y honestos ciudadanos”, esa es la misión de todos los jóvenes de Colombia.

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