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¿Los pacientes impacientes?
No había otra opción, tuve que volver al Hospital Emiro Quintero Cañizares a hacer cola.
Martes, 6 de Febrero de 2018

Después de pagar un poco más de quinientos mil pesos por un ecocardiograma y la consulta a un médico internista, decidí acudir a la ips de la Nueva EPS para que me autorizaran los exámenes y otras pruebas que me ordenó el especialista, con miras a buscar las causas de las sensaciones de desvanecimiento que me mortificaban.

No había otra opción, tuve que volver al Hospital Emiro Quintero Cañizares a hacer cola el sábado pasado para que me practicaran el  incómodo pero necesario Holter, un monitoreo electrónico de mis ritmos cardíacos durante 24 horas, que además del fastidio de soportar un poco de cables sobre mis zonas toráxica y abdominal, me obligaron a dormir boca arriba.

La colocación del sistema medidor del ritmo de mi corazón la programaron para el primer sábado de este mes, a las ocho de la mañana, en la unidad cardiológica, localizada después de urgencias y de la morgue. Junto con otras personas con problemas similares no contamos con funcionario alguno que nos guiara hasta que ubicamos el consultorio.

Había otros que fueron citados a las seis de la mañana y la espera provocó incertidumbre y desesperación. A la mamá de un niño de casi diez años se le ocurrió preguntarle a un señor con pinta de médico o administrativo, que intentó abrir la puerta pero que estaba cerrada porque no había nadie adentro, las razones de la demora y en cambio de alguna explicación recibió un sonoro regaño , que inmutó a quienes esperaban atención.

Cerca de las ocho y media de la mañana apareció la auxiliar y comenzó a llamar a quienes le habían entregado las hojas de facturación de manera previa y mientras se soportaba la larga espera el tema de corrillo fue el de  la  manera insolente como le respondió el soberbio personaje a la angustiada mamá.

De manera coincidente, cuando me llamaron e ingresé al consultorio también lo hizo el supuesto villano: “!ese es¡, ¡ese es¡, ¡ese es¡”, “como le parece me la montaron…”, le confesó a la enfermera y con su mirada me hizo partícipe de la queja.

Sin pensarlo dos veces le respondí: “allá afirman que usted le respondió de manera grosera a una señora”. En una actitud defensiva cuestionó a las personas que protestaban por la demora en su atención y responsabilizó a la Ley 100.

“¿Usted sabe qué quiere decir paciente?, …tener paciencia, y con solo pagar $20.000, quieren que los atiendan de manera inmediata…”. Cuando salió y pasó frente a sus eventuales detractores, le alcanzaron a manifestar que se tomara una aromática para que calmara su mal genio.

Después de soportar durante 24 horas las incomodidades, regresé al centro asistencial y con el sol al frente y de pie, esperamos media hora hasta cuando se bajó de su motocicleta la enfermera auxiliar y abrió la puerta para que ingresáramos. En el mismo orden nos llamó y cuando me correspondió el turno, mientras me quitaba los cables, la cinta adherente y el dispositivo electrónico, le pregunté si el señor del incidente del día anterior era el neurocirujano Peñaloza, y me respondió afirmativamente.

Dentro de mis averiguaciones posteriores, me enteré que el facultativo tiene muy buena imagen como profesional de la medicina, y sobre todo en un área tan delicada y crucial, que seguramente le ha salvado muchas vidas a los jóvenes que sufren traumas craneoencefálicos en los accidentes moto ciclísticos.

También  consulté el significado de PACIENTE, y encontré dos definiciones: primero, persona con paciencia y segundo, persona enferma que es atendida por un profesional de la salud.

Al doctor Peñaloza le agradezco todo lo que hace por salvar vidas, pero le recomiendo que trate de no regañar a sus pacientes. A la auxiliar que atiende en cardiología, que siga así de suave y caritativa, pero que no haga esperar mucho a sus pacientes. 

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