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Milagrosamente cuerdos
Las escuelas, los maestros, la lectura, la música y la inspiración se acabaron.
Domingo, 16 de Febrero de 2020

La educación, la casa, los valores, las costumbres sencillas, fueron sustituidos por inventos que callaron la conversación en familia y aquietaron las agradables mecedoras de la tarde para tomar el fresco.

Las escuelas, los maestros, la lectura, la música y la inspiración se acabaron, o se perdieron en una maraña de doctores e investigadores que lo enredaron todo en medio de cuadros de Excel y palabras que llaman dialógicas.

¡Milagrosamente estamos cuerdos los viejos de hoy! En una misma época, hemos pasado por todo, desde comenzar a contar con el ábaco y aprender las letras de profesores con risa bondadosa y regla en mano, hasta las humillantes y adictivas aplicaciones que nos abruman. 

Los carritos de madera tirados por cordeles se volvieron de láser y el querido y añejo transistor, en vía de extinción también, se diluye en las odiosas redes que, al menos yo, no utilizo, en protesta íntima, atado por un suspiro azul a la melancolía de los viejos tiempos.

De repente comenzó una metamorfosis en tropel, empezamos a sumar en calculadoras, a conocer los sistemas y, luego, fue la debacle, porque llegaron los modelos científicos, los computadores, y la modernización giró en revoluciones exorbitantes absorbiendo el humanismo.

¡Qué pesar! No es bonito el mundo, ahora. Es una farsa en medio de competencias tecnológicas, en la cual se trocaron las cosas ingenuas por los aparatos: ya no se admiran los espacios y los momentos nobles.

 

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