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Parque para pobres hecho con manos de ricos
El pasado 9 de enero se inauguró el parque Nueva Ilusión en el barrio del mismo nombre, ubicado en la zona periférica de Cúcuta.
Jueves, 14 de Enero de 2016

El pasado 9 de enero se inauguró el parque Nueva Ilusión en el barrio del mismo nombre, ubicado en la zona periférica de Cúcuta. Este parque lo construyó un grupo de jóvenes voluntarios e inexpertos en un tiempo de 8 días con materiales reciclables y para el uso recreativo de los habitantes de esta zona de invasión.

El parque es único, pues literalmente se construyó con las manos y el trabajo de un grupo de cucuteños que decidieron salir de su cómoda burbuja de cristal y aportar a la realidad de los más necesitados. Se necesitaron los siguientes componentes para hacerlo: donaciones de 40 empresas y personas de la región, materiales reciclables y la creatividad de los voluntarios para aprovechar los anteriores dos recursos.

Esta iniciativa surgió de una arriesgada idea que tuvimos los miembros del grupo Innovación Ciudadana. Un grupo conformado por jóvenes profesionales que conscientes de la miseria que viven miles de nuestros coterráneos, quisimos transmitir un mensaje de solidaridad palpable y duradero. Era una idea arriesgada, porque aunque se convocaron voluntarios de todas las disciplinas (arquitectos, ingenieros, médicos, administradores, abogados, diseñadores, entre otros), todos éramos inexpertos en el oficio de construir. Sin embargo, gracias al entusiasmo y solidaridad de todos los amigos y habitantes de Nueva Ilusión que se unieron al proyecto, se logró terminar un parque de 950 metros cuadrados en muy poco tiempo.

El parque cuenta con columpios, barras, bancas, un mural, una cancha de fútbol,  40 árboles de diversas especies (cují, moringa, mango y samán) y  una pirámide y un dragón de llantas. Escogimos hacer un parque, cuando observamos que en este barrio no había ninguno, apenas existen unos lotes usados como canchas de arena. En realidad, en este barrio no hay nada, ni hospitales, ni escuelas, ni supermercados, ni policía, ni nada. Solo están las casas de sus habitantes, la mayoría de ellas en condiciones muy precarias y zonas de riesgo, y algunas chozas donde hay billares y cerveza. Por eso, un parque fue el lugar público más realizable y duradero. Los parques promueven la interacción tranquila y amena de sus habitantes a través del contacto con la naturaleza, el deporte o un espacio para charlar.      

Con todo el respeto de quienes regalan mercados, ropa o juguetes en los barrios menos favorecidos, les aseguro que estos aportes terminan siendo migajas para generar un cambio social. A quienes buscan cambiar eficientemente la realidad de la pobreza en Cúcuta, les recomiendo que se vinculen a proyectos con miras a dejar huellas a largo plazo en la sociedad. Por ejemplo, al hacer parte de la construcción comunitaria de cualquier obra civil, por pequeña que sea, se está transmitiendo un mensaje de cooperación que penetrará la conciencia de los beneficiados y benefactores. Esto nos ayudará a formar ciudadanos acostumbrados a trabajar en equipo por su propio beneficio y el de la comunidad, cosa que no ocurre cuando simplemente se le entregan los regalos hechos.

En la construcción del parque fue muy emotivo ver a cucuteños privilegiados echando pico y pala a la par de aquellos cucuteños que no han contado con tanta suerte. Este fue el verdadero regalo, el mensaje de cooperación entre quienes izamos la misma bandera. Porque para nadie es un secreto que un pequeño parque no cambiará el desabastecimiento de servicios básicos, la ausencia de escuelas o el abandono estatal que sufre esta parte de la ciudad. Lo que si esperamos es que la experiencia de esos 8 días de trabajo en equipo genere una reacción en cadena. El parque queda como un bonito recuerdo.  

 

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