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Pasando de agache
Llegó la hora de superar la retórica y los eufemismos de un régimen.
Viernes, 8 de Septiembre de 2017

De vuelta a la escritura después de un receso necesario y reflexivo para volver con los temas de nunca acabar en nuestra sociedad, cada vez más cerca de la debacle como país y como Estado, por culpa de nosotros mismos, testigos indolentes, convidados de piedra, cómplices silenciosos, estúpidos engañados una y otra vez por los mimos de siempre, solo que ahora la máscara del cordero se desvanece para dar paso al lobo que todo el tiempo estuvo allí relamiéndose de la codicia y la desfachatez que otorga el poder a cambio de favores, a individuos elevados a las más altas dignidades del Estado siendo ellos ciudadanos de quinta categoría, hampones y ladrones vestidos de togas.

El contexto actual es una realidad que no se puede quedar en el simple hecho de unos senadores delincuentes que les pagan libertades y favores a otros magistrados hampones para librarlos de sus culpas y delitos. Es tiempo que empecemos a leer el texto completo de una verdad que se intuía pero no había como comprobarla. El señor Bustos, expresidente del tribunal de justicia más poderoso de este país, o sea, “el papá” del exfiscal Moreno, es el mismo que en un acto impropio de su cargo y que en su momento provocó estupor en el país, se despachó delante de Santos prácticamente perdonando todos los execrables delitos de la guerrilla, dizque en aras de un bien superior como es la paz, y dijo que la deshonorable CSJ, no se interpondría en esa consecución.

Y qué decir de los dos principales electores de Santos en la reelección presidencial, el otrora poderoso y ahora reo, senador “ñoño” Elías y su cómplice de mermelada y de traperías el congresista Musa Besaile? Pues lo único que hay que leer es que estos dos malos ciudadanos son exactamente el ejemplo que empleó este gobierno para atropellar la Constitución y las leyes, auspició la corrupción rampante que campea hoy en el territorio nacional y que está poniendo en peligro la institucionalidad y el futuro de la democracia.

Llegó la hora de superar la retórica y los eufemismos de un régimen, de lejos el más corrupto de la historia de Colombia, y que ahora quiere pasar de agache, impoluto y con cara de “yo no fui”, como si lo que está ocurriendo no tocara a las fibras mismas del poder central y de sus responsables. Todos y cada uno de los miembros de este Congreso, de estas Altas Cortes, de los grandes medios de comunicación del país, son responsables directos de la crisis gravísima pero al final necesaria. Necesaria para quemar esta clase política ladrona, descarada y amangualada con un poder Judicial que perdió toda la majestad y la dignidad, a cambio de plata, muchísima plata que ha entrado a sus bolsillos, desamparando a la justicia, a las víctimas, al ciudadano del común que cada día clama porque todo salga a la luz pública, para de una vez por todas encontrar una luz al final de este túnel oscurísimo en el que unos pocos ególatras y ladrones nos metieron a todos los colombianos.

Después de la frustración y la desolación que causa el saberse en manos de quienes hemos estado en los últimos años, debe surgir una voluntad general, apabullante y definitiva para castigar con nuestras decisiones, y especialmente con nuestro voto a todos los malos funcionarios, congresistas, candidatos, partidos políticos, y un sinfín de lagartos, manzanillos, contratistas que han vivido y se han enriquecido por generaciones a costa de nuestros impuestos, de nuestros recursos como país, devolviendo una mínima parte en obras inconclusas, educación deficiente, alimentación infantil de hambre, salud en postración definitiva por el robo descarado de las EPS y los funcionarios, es decir, a esa ralea que ha expoliado y dejado en la ruina a Colombia. 

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