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Repelencia
Debo decir, que hay quienes tienen respaldo económico y social...
Lunes, 19 de Febrero de 2018

“No sea repelente”, era otra sabia expresión de la tradición de Cúcuta. La repelencia cambia, hace caminar y hablar con un tonito distinto, tratar a los demás diferente, sobre todo a los humildes y, lo peor, amar desigualmente.

Debo decir, que hay quienes tienen respaldo económico y social para serlo  (no hablemos del cultural) y no lo son. En cambio, los repelentes arribistas corresponden a la definición dada, miran con una condescendencia, entre misericorde y compasiva, y levitan mientras conceden su espacio y su tiempo. 

-De las repelentes no comento nada, porque son lindas y tienen su derecho adquirido, a pesar de haber cambiado el lino y las trenzas por sedas y joyas y canjear su sonrisa bonita de sol por cosas-. 

El consumismo va transformando y uno ve que, cada vez, hay más repelentes, acorralados por esa exigencia competitiva de una sociedad que los atrapó; en el fondo muchos son buenos pero se muestran así cuando están juntos, en su nueva condición social, por el dinero, la posición, la política y los hábitos superficiales que sustituyeron la maravillosa ingenuidad. Y eso no es del todo malo; lo único es que entran en rivalidad absurda, en una deficiencia espirtual lesionante y pierden autenticidad. Lástima que no lo superen pronto y sucumban ante la repelencia. 

(Vi en el periódico amigos catando vinos en un exquisito restaurante, con un experto que llamaban “somelier”. Recuerdo que en El Latino, 1960, aprendíamos costumbres genuinas, no como esas: lo máximo era degustar los boquiabiertos de El Ancla, de don Pacho, y aprender en las butacas de las tiendas bondades elementales). Esto de la movilidad social requiere preparación, sencillez, humildad y una inspiración humanista que compense el terrible vacío.

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