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Un Estado sobreexigido
La mezcla es realmente mala y preocupante.
Miércoles, 18 de Octubre de 2023

La cita anual de los líderes de la economía global, reunidos alrededor de las Asambleas del FMI y el Banco Mundial, se realizó esta semana en Marruecos. Sin embargo, sus deliberaciones pasaron un tanto inadvertidas, en parte por los horríficos ataques de Hamás a la población civil en Israel el sábado pasado.

Es natural que el foco esté situado en esta nueva crisis que acaba de estallar que afectará todas las demás que ya estaban sobre la mesa, incluyendo la guerra en Ucrania, la crisis energética y, por supuesto, las tensiones geopolíticas. Mejor dicho, a la “confluencia de calamidades”, que no son pocas, se le acaba de sumar una más.

Sigo sin entender la reacción del Gobierno Petro frente a Hamás. Colombia ha sufrido como pocos países las consecuencias del terrorismo y, por lo tanto, debió ser el primero en condenarlo. No hacerlo legitima el uso de la violencia como instrumento político, algo que puede alentar a muchos grupos armados ilegales en nuestro país.

El precedente puede generar problemas hacía adelante, no solo con nuestros aliados en Estados Unidos y Europa, sino internamente. Al terrorismo hay que rechazarlo sin contemplación alguna, venga de donde venga. No hay justificación —histórica, religiosa o económica— que resulte válida para no hacerlo.

El gobierno de la “Potencia de la Vida” fue totalmente incongruente con sus postulados al no condenar categóricamente a Hamás por el barbarismo de sus actuaciones. Además, rompió con la tradición diplomática de Colombia, tal y como lo plantearon los y las excancilleres de la República esta semana. 

Pero volvamos a Marruecos, y a las múltiples crisis que se retroalimentan y sobre-imponen. Los Estados están sobreexigidos (para utilizar el término de moda) cuando precisamente tienen mayores limitaciones: la pandemia los dejó con más deudas, los intereses consumen una mayor parte de los presupuestos, y las economías están creciendo poco. La próxima crisis económica seguramente tendrá que ver con la incapacidad de los deudores –países, empresas, hogares— para pagar los créditos, sobre todo si las tasas de interés globales se mantendrán altas por mucho tiempo, como creo que ocurrirá. 

La mezcla es realmente mala y preocupante: Estados sobreexigidos, deuda creciente e inflación.

La incapacidad de los gobiernos para actuar genera frustración y desconfianza en la ciudadanía. Este es el caldo de cultivo en el que se debilitan las democracias y aparecen los regímenes autoritarios. La tendencia de los últimos años es impresionante: la democracia está en retroceso. El ataque de Hamás a Israel es una demostración más de lo que puede ocurrir cuando las vías de hecho reemplazan a las urnas.

En el caso colombiano, en medio de un panorama complejo –interno y externo— las tensiones geopolíticas ofrecen una oportunidad. Ya es una realidad que la fragmentación de la economía global ha llevado a Estados Unidos a enfocar su comercio hacia países aliados.

Esta tendencia, que es prácticamente irreversible, se reforzará en los próximos años. En julio pasado, México superó a China como principal proveedor de importaciones en Estados Unidos. Por tamaño y proximidad, Colombia debería el siguiente país en la lista de ganadores. Es una oportunidad que hay que aprovechar. 

Por esta razón, plantear la renegociación del TLC con Estados Unidos es un gran error. Lo que corresponde es aprovechar los acuerdos existentes y mejorar la competitividad. A eso hay que sumar las acciones para reducir la prima de riesgo Colombia, que hoy está elevadísima. Para ello hay que generar certeza —es decir, exactamente lo contrario a lo que hace el Gobierno nacional, cuya estrategia política está basada en las sorpresas y amenazas regulatorias, como está ocurriendo ahora con el sector eléctrico

El Gobierno debería dedicarse a dar resultados en política social, y dejar trabajar a la economía y los empresarios. Más acciones, más diplomacia y menos disonancia. 

www.mauriciocardenas.co

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