“Si hay para recargar con internet el celular para enviar las tareas no tenemos para almorzar o para cenar. Acá nos toca decidir entre educarnos o alimentarnos”, relata sin apuros Diana*, de 17 años.

Sin reparos, la adolescente toma la vocería y en un crudo relato le explica al embajador de Canadá, Marcel Lebleu, y a Claire Devries, primera secretaria de Desarrollo y Cooperación, las difíciles situaciones que a diario deben afrontar los niños y adolescentes que viven en la Comuna Ocho de la Ciudadela de Juan Atalaya.

Limitaciones para acceder al sistema educativo, hambre, pobreza extrema, uso y utilización de niños y niñas en el conflicto, trabajo infantil, son algunas de las problemáticas que hacen parte del listado de afectaciones con las que a diario deben lidiar.

El embajador Lebleu y la primera secretaria de Desarrollo y Cooperación aprovecharon su visita a la capital nortesantandereana para conocer a viva voz de niños y niñas las principales situaciones que los afectan y que limitan su acceso a la educación.

“Si antes de la pandemia por COVID-19 estudiar era difícil porque los colegios no eran suficientes para la cantidad de niños y niñas con necesidades educativas, con el cierre de las escuelas y la virtualidad la brecha es cada vez mayor”, explica David Umaña, director de la Fundación Nido del Fénix, una de las pocas organizaciones no gubernamentales que hacen presencia en la zona.

Umaña asegura que el no contar con los medios electrónicos: tabletas, computadores o celulares ni acceso a internet ha hecho que decenas de niños y niñas abandonen definitivamente las aulas y la difícil situación económica de estas familias recrudece este panorama.

“Si bien no todos los colegios tienen clases virtuales, y en la mayoría de los casos los maestros se apoyan en las guías escolares, resolverlas sigue siendo complejo porque los niños  no entendemos bien y nuestros padres o cuidadores no tienen ni el tiempo ni las habilidades para explicarnos y esto acrecienta los problemas”, indica Richard*, de 14 años.

Por su parte, Nicolás* de 13 años, recalcó la importancia de salvaguardar la salud mental de las familias pues en el último año los casos de violencia intrafamiliar son mayores en esta comunidad.

Por su parte, Josué* de 17 años, resaltó la importancia de seguir llegando a los territorios con iniciativas como ‘El Mundo es mi Hogar’ que generan impactos positivos en las comunidades e impulsan a niños y niñas a ser partícipes de acciones transformadoras.

El embajador de Canadá estuvo atento a los relatos de los participantes y ratificó el compromiso del gobierno canadiense de promover espacios educativos y seguros para la niñez en todo el país.

“La educación siempre será la mejor herramienta para transformar una sociedad y en Norte de Santander, Arauca y La Guajira estamos articulando un gran esfuerzo con Save the Children a través del proyecto ‘El Mundo es mi Hogar’ para que abandonar la escuela no sea una opción”, recalcó el funcionario.