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Cúcuta
La pesadilla de una cucuteña en España que lucha contra el COVID-19
Llegó al centro hospitalario después de permanecer tres días seguidos con fiebre de más de 39 grados.
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La opinión
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Viernes, 27 de Marzo de 2020

Lo que a mediados de febrero pasado empezó como un simple resfriado que trataba con paracetamol y jarabe para la tos, terminó llevando a la cucuteña Elizabeth Santos Acevedo, 34 años, a ser internada el pasado 19 de marzo  en el Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, por algo mucho más grave, una neumonía.

Y  es que aunque llegó al centro hospitalario después de permanecer tres días seguidos con fiebre de más de 39 grados centígrados, tos seca, y un fuerte dolor en el pecho, este fue el  diagnóstico inicial. Posteriormente le hicieron la prueba del coronavirus COVID-19, pese a que ella  aseguró haber permanecido encerrada en su casa durante la cuarentena decretada por el gobierno español.
 
Por eso cuando el médico de turno le notificó que la prueba había dado positiva y era portadora de COVID-19, a la cucuteña el mundo se le vino encima.

Con la voz entrecortada relata que sintió que era el fin, luego hace una breve pausa y el llanto ahoga sus palabras,- solo pensaba en mi hijo-, dice mientras toma alientos para seguir contando la pesadilla que vive desde entonces.

“Tenía mucho miedo. Empecé a llorar y le pedía al médico que por favor no me dejara morir que mi hijo estaba esperando a su madre en casa”, detalló ansiosa.

Inicialmente el  médico guardó silencio, luego trato de calmarla asegurándole que ella era una mujer joven y fuerte, y no podía dejar que el virus la venciera. Y así fue.

Aunque al principio empezó una fase de negación donde en medio de lágrimas le preguntaba a Dios por qué le tenía que pasar esta situación a ella si no salía de su casa, se lavaba las manos constantemente y seguía los protocolos de salubridad luego de que España fuera declarado el cuarto país en el mundo con el mayor número de infectados, superando hoy los 64.000 casos.

Luego llegó la aceptación, y fue en esta etapa donde tomó fuerzas de donde no tenía y declaró que la oración sería su arma para no desfallecer y volver a abrazar a su hijo Santiago, 4 años.

Pues desde hace más de un mes, cuando inició con los síntomas de resfriado, por voluntad propia decidió aislarse del niño para evitar contagiarlo. Dejó de dormir con él y tampoco se le acercaba, sin saberlo esto permitió que ni el niño ni los otros cuatro adultos que vivían con ella resultaran infectados.

La fase crítica

Desde que fue internada en el hospital la salud de Elizabeth empezó a decaer. Los medicamentos que le administraban por vía intravenosa y oral eran demasiado fuertes, por lo que la mayor parte del tiempo se la pasaba adormecida y sin fuerzas.

La tos era imparable, vivía agotada. Las fuerzas ni siquiera le alcanzaban para hablar por  videollamada con sus seres queridos; mientras esto pasaba, en su habitación cada vez instalaban más pacientes con el temible COVID-19.

“Las enfermeras llegaban con unos trajes especiales que ponían encima de otras vestimentas que ya traían. Se ponían guantes dobles y no se nos acercaban a más de dos metros de distancia. Incluso en ocasiones el médico nos daba el diagnóstico por teléfono para evitar entrar a las habitaciones”, relató la cucuteña.

Para Santos, uno de los momentos más difíciles era cuando escuchaba a lo lejos las conversaciones de las enfermeras. Entre ellas comentaban cuántos pacientes infectados con el COVID-19 habían muerto en el día.

La cucuteña, aún en su letargo por la fuerte medicación, se angustiaba pensando en qué momento era la siguiente en la lista de decesos. Solo le pedía a Dios una segunda oportunidad para seguir viviendo.

La segunda fase

Aunque los dolores de cabeza  la seguían agobiando. El médico de turno le dio una noticia positiva a Santos. Notaban una mejoría en su salud y debían hacerle una nueva placa para cerciorarse.

“Doctor, yo voy a ganarle al virus porque Dios y la Santísima Virgen me van a levantar de esta cama para regresar con mi hijo”, dijo decidida.

Tras los resultados de los nuevos exámenes le aseguraron que ya había pasado lo peor y el virus ahora estaba en una segunda fase, por lo que la cuarentena la iba a completar en un hotel cercano.

De inmediato, la cucuteña y otras cuatro mujeres más fueron trasladadas en ambulancia hasta el Ayre Gran Hotel Colón, en Madrid.

“En la ambulancia escuchaba que las otras pacientes se lamentaban porque habían hecho caso omiso de la cuarentena y por eso se habían contagiado. Unas habían ido a trabajar, otras a pasear y otras se creían inmunes al virus por ser jóvenes, como me pasó a mí”, reflexiona mientras  toma aire para contener la tos.

Un poco mejor, y con más ánimos para hablar, desde el jueves pasado la cucuteña permanece aislada en el octavo piso del  mencionado hotel y continúa con la medicación hasta que el virus salga por completo de su cuerpo.

El Ayre Gran Hotel Colón es uno de las decenas de hospedajes adaptados en Europa para llevar a los pacientes infectados que están en una fase más estable. Para evitar la propagación del virus, sus pasillos, pisos y paredes están forrados en plásticos.

“Estar en el hotel es mejor, pero las condiciones de seguridad son las mismas. No nos dejan tocar nada. Los pacientes tienen un ascensor exclusivo y el personal médico otro”, detalló Santos.

Aunque ya pasó la parte más fuerte, y asegura que está 10 veces mejor que cuando entró por primera vez al hospital, la cucuteña aún no canta victoria pues en varias ocasiones hay pacientes que han recaído. Por ahora no tiene la certeza de cuándo pueda volver a casa.

“Yo también me reía de los memes del coronavirus”

Elizabeth Santos busca que su historia sirva de reflexión para que los  cucuteños se den cuenta que el coronavirus es un mal real, que toca las puertas de la casa cuando uno menos se lo espera.

“Yo también me reía de los memes del coronavirus, también pasaba el canal cuando en las noticias hablaban del virus. Cuando empezó en China pensaba que eso no me iba a tocar, que estaba muy lejos”, relata. “Luego, cuando llegó a Italia, tampoco le puse atención. Cuando se registró el primer caso en España pensaba que estaba cumpliendo bien la cuarentena y eso no me iba a dar porque era joven y solo se estaban muriendo los adultos mayores; jamás pensé que me iba a tocar a mí y mírenme ahora”, agrega con tristeza.

La cucuteña dice no saber cómo se contagió, por lo que a 7.644 kilómetros de distancia invitó a sus coterráneos a seguir las instrucciones de las entes de salud y a no violar el aislamiento preventivo, para ponerle freno al COVID-19 que a la fecha  ha cobrado 24.863 vidas en el mundo y registra más de 549. 644 infectados.

Estar lejos de su hijo ha sido lo más difícil

Desde la distancia, su hijo  Santiago le envía mensajes y dibujos. Le hace videollamadas y le pregunta  que cuándo va  a salir de la habitación para poder ir a jugar.

Y es que pese a que la cucuteña lleva una semana fuera de su casa, el pequeño no sabe que su mamá está por fuera. 

Como Elizabeth semanas atrás se había encerrado en su habitación  por miedo de contagiar a su hijo, el niño se acostumbró a verla por videollamadas.

“Cuando mi mamá esté buena vamos a jugar de nuevo”, dice el pequeño mientras pasa por la habitación vacía de su madre.

“Ha sido duro no tener cerca a mi familia. A mi hijo no lo abrazo desde hace mes y medio. Incluso cuando estábamos aún en casa, él veía que yo no me le acercaba y me decía que yo ya no lo quería”, explica Elizabeth con la voz quebrantada.

Un dibujo de un arcoíris de colores que le envió su hijo, es su mayor tesoro en medio del aislamiento, mientras lo observa se llena de fuerzas para según ella, hacerle frente a la enfermedad y poder despertar de una vez por todas de la horrorosa pesadilla del COVID-19.

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