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Cúcuta
No robo, trabajo por un plato de comida al día: Inmigrante
Este lunes es el Día Internacional del Migrante. Aquí encontrará algunos testimonios de extranjeros.
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Domingo, 17 de Diciembre de 2017

Liliana Bonilla está sentada en una de las largas bancas del patio de la casa de paso Divina Providencia, en el sector de  La Parada, a escasos 400 metros de puente internacional Simón Bolívar, y de Venezuela, su país de origen.  

A sus 36 años  es madre de nueve hijos, aunque en la actualidad solamente la acompaña el más pequeño de tres años. Los otros ocho están en Guacara, estado Carabobo, al cuidado de varios familiares. La salud de su hija Diana, de 6 años, la hizo salir de la zona de confort, donde trabajaba para conseguirles la comida a sus muchachos.  

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Diana necesita un despistaje de médula ósea, porque los especialistas sospechan que pueda padecer de leucemia. Se vino a Cúcuta, hace dos meses, a ver en qué trabajaba para reunir el dinero de la comida de los muchachitos, pero sobre todo para encontrar el sitio donde le hagan el estudio que necesita Dianita, como amorosamente ella le dice.

“Quien sale de su país por problemas de salud lo hace realmente por necesidad y con urgencia. En Venezuela quien sufre de cáncer tiene doble padecimiento: por la enfermedad y por no conseguir los medicamentos. Y en el caso de Diana, ella necesita un examen que antes se hacía, pero que cada vez es más difícil de encontrar en los hospitales, que son públicos, y costoso en los privados”, sentenció mientras daba un bocado de comida a su hijo menor.

A su alrededor, unas 1.100 personas más tienen su historia de migrantes. La totalidad venezolanos. Todos con cédula en mano tienen una realidad distinta, pero que se entrelazan en una misma calamidad, salen huyendo de la crisis económica y social que padece el vecino país. 

Johana Molina, de 37 años, está sentada a solo tres bancas de Liliana. Su pierna abarca otro puesto, porque el dolor y la inflamación le impide mantenerla apoyada en el suelo caliente de La Parada. Sufre de flebitis desde hace seis años. Ella pisó suelo cucuteño con ayuda de un amigo colombiano para hallar los medicamentos. “Yo no vengo de San Cristóbal a pedir dinero, vengo a buscar la forma de conseguir las medicinas que necesito para tratar esta flebitis”.

En la cola de la tercera edad aguarda Hugo Suárez Moreno. Su condición de migrante no es la misma que la de Johana. Él salió de Valencia, estado Carabobo, hace dos meses, pero vive en las calles sin ningún techo. Vende cigarrillos para comer, pero igual recibe ayuda de quién le ofrece algún alimento.

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(La condición de migrantes en muchos casos es por ayuda de salud y por búsqueda de trabajo.)

“Vengo a la casa de paso, porque me ahorro el almuerzo, y me puede llenar hasta el día siguiente. No contribuyo con mayor cosa a este país, pero no robo, trabajo por un plato de comida al día”, cuenta.

Sin embargo, la salida de María Soto, de Maracay, fue por trabajo. El ofrecimiento de un puesto en una peluquería en el centro de Cúcuta, le resultó atractiva. El negocio es administrado por un venezolano nacionalizado colombiano. “Hoy estoy acá en la casa de paso, porque vine a La Parada a buscar a una amiga, pero ser migrante es difícil sobre todo cuando no tienes papeles. Estás ilegal en un lugar que no es tu suelo, así de simple”.

Ni María, Liliana y menos Hugo saben que este lunes, 18 de diciembre es su día: Día Internacional del Migrante. La Asamblea General de las Naciones Unidas lo declaró como tal hace 17 años.

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