En su nuevo libro, la doctora en Políticas Públicas, Lina Martínez, nos sumerge en la fascinante exploración de la felicidad a lo largo de la historia humana.
Desentraña cómo este concepto ha evolucionado, revelando conexiones inesperadas con el consumismo y las redes sociales.
A través de estudios de caso, la autora analiza las variaciones generacionales en la interpretación de la felicidad, desvelando los misterios detrás de su ascenso o declive.
Martínez adopta un enfoque integral que fusiona la investigación social, la filosofía, la economía, la psicología y la estadística para arrojar luz sobre qué es la felicidad y cómo alcanzarla.
Este no es solo un viaje teórico; el libro ofrece consejos prácticos respaldados por la investigación, accesibles para cualquier persona que aspire a una vida más plena.
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Cada página es una invitación a descubrir una visión única que transformará la comprensión del lector sobre la felicidad.
Este texto exclusivo es solo un vistazo a la riqueza de ideas que Lina Martínez ha plasmado en su obra.
Para sumergirse por completo en su perspicaz análisis y obtener herramientas prácticas para cultivar la felicidad, los lectores están invitados a explorar un fragmento en exclusiva del libro.
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Tres palabras: quiero ser feliz
Esas tres palabras arrojan doscientos veintitrés millones de resultados en 0,53 segundos en una búsqueda de Google. Los resultados muestran listas de consejos, libros, canciones, citas de Buda y Aristóteles… Las preguntas que la gente hace comúnmente asociadas a las tres palabras son variopintas. Hay unas instructivas, del tipo, ¿qué tengo que hacer para ser feliz?
Otro grupo de preguntas buscan pistas concretas, como diez pasos para ser feliz. Otras preguntas introducen a terceros, pero queriéndoles excluir, y se expresan de la siguiente forma: ¿cómo ser feliz sin depender de nadie? Otros buscan las razones por las que no pueden ser felices. Los resultados de esta búsqueda son disímiles, aleatorios, ruidosos.
Si un alienígena llegara a la Tierra y se encontrara con una de las búsquedas más populares, no sabría qué es la felicidad. Si escuchara una de las canciones más populares sobre felicidad, Happy de Pharrell Williams, quedaría más desorientado.
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Puede parecer una locura lo que voy a decir
It might seem crazy what I am about to say
Puede parecer una locura lo que voy a decir
It might seem crazy what I am about to say
Rayo de luz, ella está aquí, puedes tomar un descanso
Sunshine, she's here, you can take a break
Soy un globo aerostático que podría ir al espacio
I'm a hot air balloon that could go to space
Con el aire, como si no me importara, nena, por cierto
With the air, like I don't care, baby by the way
Porque soy feliz
Because I'm happy
Aplaude si te sientes como una habitación sin techo
Clap along if you feel like a room without a roof
Aplaude si sientes que la felicidad es la verdad
Clap along if you feel like happiness is the truth
Aplaude si sabes lo que es la felicidad para ti
Clap along if you know what happiness is to you
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Pareciera que las palabras que le siguen a quiero ser feliz en una frase fueran en todo o cualquier cosa.
La aleatoriedad y ubicuidad de la felicidad en las búsquedas de Google reflejan el ethos de una cultura que durante las últimas décadas ha escogido la felicidad como medio y como fin. Las personas quieren ser felices, quieren que sus hijos sean felices, que la pareja las haga felices, que el trabajo aumente la felicidad, que la ropa que usan los haga sentir felices, que la comida genere felicidad. La felicidad se ha vuelto una demanda cotidiana y universal.
No siempre ha sido así. Hable con alguien que tenga sesenta o setenta años y pregúntele qué tanto importó la felicidad en las decisiones que tomó en su vida, como el matrimonio, los hijos o el trabajo. Es posible que la felicidad no aparezca en su discurso. Hace años, la gente no se casaba para ser feliz, lo hacía para formar una familia. No traía hijos al mundo para aumentar la felicidad, lo hacía porque era lo que la gente hacía. No iba al trabajo para ser feliz, iba al trabajo a ganar un salario y a contribuir a la sociedad. Haga el mismo ejercicio con alguien que esté en sus veinte. La felicidad es el motor de la conversación y el compás que guía las decisiones.
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Ese cambio no se produce en el vacío. En las últimas dos décadas la felicidad fue ascendiendo en el podio de lo que la gente busca y desea, pero las bases de ese deseo se han ido construyendo a lo largo de la historia. La palabra felicidad comparte su raíz etimológica con «fecundo», de los suelos, de los árboles y lo que crece en la tierra. Pareciera que el siglo XXI fuera el suelo fecundo de la mayor producción de variedades de la felicidad.
Las diferentes variedades de semillas felices que se fueron plantando a lo largo de la historia han florecido en un campo que da de todo; desde la variedad más nueva que floreció en forma de la canción de Pharrell Williams hasta las semillas más antiguas que crecieron con el renovado interés por las prácticas budistas para reducir el sufrimiento.
Llegué al estudio de la felicidad a inicios de la década del 2010. En ese momento, estaba cobrando importancia una nueva corriente que se ocupa de estudiar cómo lo que hacen los gobiernos mejora el bienestar de las personas. Mi primera lección de felicidad vino de la mano de la gestión gubernamental y de la estadística. En el camino llegué al estudio de la salud mental para medir y evaluar la magnitud de los problemas de salud mental en la felicidad de las personas.
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