De China a Venezuela, pasando por Irak, los negocios de la petrolera semipública rusa Rosneft coinciden en muchos casos con los intereses geopolíticos de Rusia y sus inversiones han ampliado la influencia del Kremlin en países a veces inestables.
En los últimos años, la empresa ha seguido el mismo camino que el Kremlin, alejándose de las potencias occidentales y acercándose a los países emergentes.
“Sechin no es solo un líder económico”, explica Nikolai Petrov, profesor en la alta escuela de economía de Moscú, sino que quiere demostrar que “Rosneft es importante y necesaria, como un potente instrumento de la política extranjera”.
Rosneft es objeto de las sanciones occidentales contra Rusia por la crisis en Ucrania y no duda en invertir en países en crisis, lo que ahuyenta a los inversores extranjeros. Esta semana, por ejemplo, la compañía haber pagado 1.300 millones de dólares de adelanto a las autoridades del Kurdistán iraquí para explotar sus inmensos recursos en hidrocarburos, un hecho que fue duramente criticado por el gobierno de Irak, .
En Venezuela, donde PDVSA, la petrolera estatal, debe cerca de 6.000 millones de dólares a Rosneft. Oficialmente esta cantidad es un avance de varios contratos de entrega de petróleo y carburantes hasta 2019 pero muchos expertos apuntan a que en realidad se trata de un apoyo financiero al gobierno venezolano. Rusia acaba de reestructurar además un crédito venezolano de 2011.