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Editorial
Brasil, barranca abajo
Las encuestas favorecen a Bolsonaro de manera abrumadora.
Jueves, 11 de Octubre de 2018

Tiene que ocurrir algo impensable para que el 28 de octubre Brasil, el gigante latinoamericano, no comience a rodar barranca abajo, desbocado hacia los tiempos de caos y violencia que vivió lustros atrás.

Si lo que auguran las encuestas es cierto, ese día será elegido presidente uno de los peores candidatos del mundo a cualquier jefatura de Estado: Jair Bolsonaro, un atrabiliario ultraderechista que considera que si un policía mata a 10, 15 o 20, con 10 o 30 balazos debe ser condecorado, no enjuiciado. “Un policía que no mata no puede ser considerado policía”, es una frase suya frecuente.

Ese día, la mayor democracia latinoamericana dejará de serlo, morirá a manos de un hombre del que sus compañeros en el Ejército, donde estuvo, dicen que carece de lógica, racionalidad y equilibrio.

Su contrincante, Fernando Haddad, no logró en la campaña recoger el caudal descarriado del Partido de los Trabajadores, que tuvo en Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff a dos presidentes que nada pudieron contra la corrupción, que pasó al final de cuentas la factura y se los llevó enredados en sus garras.

Las encuestas favorecen a Bolsonaro de manera abrumadora, hasta el punto de que prácticamente ya se le considera vencedor de las elecciones, para satisfacción de millones de electores que votarán por él sin saber de quién se trata. Solo porque las redes sociales se encargaron de hacerlo presidente.

Alguien sostenía hace poco que Bolsonaro es una mezcla del fundamentalismo cristiano de Viviane Morales con el extremismo belicoso de Alejandro Ordóñez y el autoritarismo de Álvaro Uribe, complementado todo con la locuacidad incontrolada del exvicepresidente Francisco Santos.

En un país predominantemente negro y con 240 comunidades indias, Brasil se alista para decisiones anunciadas por Bolsonaro, como las de eliminar todos los resguardos de los indios y de los negros —de ellos, de los negros, dijo que no sirven ni para reproducirse—, y armar a los ciudadanos a fin de que puedan participar en la defensa de las leyes y ayudar a aplicar la justicia.

Bolsonaro recuerda con frecuencia los tiempos de la dictadura militar, para criticarla por lo que dejó de hacer en materia de ataques a los derechos humanos. ‘El error de la dictadura fue torturar y no matar’ a sus enemigos, dijo en una entrevista…

Nunca es tarde para hacer que las cosas cambien, pero en Brasil, hoy, menos son los sensatos y prudentes que los obnubilados por Bolsonaro y su discurso, que ven en este personaje una luz al final del túnel del desorden y del caos propiciado por sectores radicales de derecha.

¿Qué podrán esperar las mujeres del gobierno de alguien que dijo haber tenido un momento de debilidad cuando en vez de otro hijo tuvo una hija, que dice preferir morir a tener un hijo gay, y que en una rueda de prensa le dice a una reportera que no la viola porque no se lo merece, por fea?

Este individuo manipulador, violento, vulgar y procaz será, casi sin dudarlo, el presidente del país más grande, poderoso e influyente de América Latina, dentro de un vecindario en el que varias formas como las de Bolsonaro se están repitiendo con más frecuencia de la deseada. Lamentable.

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