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Editorial
Diferencias culturales
Hubo lecciones que conmovieron al planeta, por el significado que tiene la palabra respeto, no solo en Tailandia sino en todo el Oriente.
Miércoles, 11 de Julio de 2018

Recién terminó en Tailandia un acontecimiento épico que mantuvo al mundo con la respiración contenida: el impresionante rescate de los 12 niños del equipo de los Jabalíes Salvajes y de su entrenador.

Habían quedado atrapados a unos cuatro kilómetros de la entrada de una caverna que se inundó, y regresar a casa fue imposible.

Así, el gobierno diseño una operación de salvamento que — salvo el incidente en el que murió un voluntario al que se le agotó el aire de su tanque de buzo y se ahogó— terminó en un éxito impresionante.

Sin saber nadar, los niños fueron sacados de la caverna buceando, en una operación que se prolongó por una semana. El mundo enteró aplaudió a Tailandia.

Más allá de los recursos técnicos utilizados para el rescate de todos, sanos y salvos, hubo lecciones que, de verdad, conmovieron al planeta, por el significado que tiene la palabra respeto, no solo en Tailandia sino en todo el Oriente.

Es tan distinto a lo que aquí, en Colombia, llamamos de la misma, que surge la duda de si los tailandeses y los colombianos pertenecemos a la misma especie…

La de allá era, en principio, una tragedia similar a otras ocurridas aquí, que requería, para superarla, de toda la tranquilidad y la concentración de quienes, por su experiencia y su idoneidad, estaban encargados de rescatar vivos a los niños y a su entrenador. Vivos y, en lo posible, sin daño alguno ni físico ni psicológico.

El área de operaciones no requirió de aislamiento absoluto, como acá: todos los parientes de los niños sabían dónde se coordinaban las operaciones y quiénes eran los responsables del éxito.

Así que, por respeto, un concepto que acá, en Colombia, no entendemos en todo lo que significa, por respeto al esfuerzo del gobierno, ni la madre más adolorida presionó a las autoridades en busca de que los rescatistas trabajaran más rápido o de que sacaran primero a su hijo, como hubiera sido acá. Como es siempre acá.

Esa actitud de acatamiento, de consideración, miramiento y deferencia, que se conoce como respeto, también fue asumida por las autoridades tailandesas, que en ningún momento revelaron los nombres de los niños que iban rescatando. Cada día rescataban a tres o cuatro, pero nunca se supo quiénes eran.

Las autoridades consideraron que debían callar, por respeto a las familias de los niños que aún permanecían atrapados en la cueva.

¿Qué hubiera pasado en Colombia? Es de sobra conocido: los medios de comunicación, en especial, hubieran buscado de todas las formas tener la primicia de los nombres, mientras sus competidores hubieran acusado de parcialidad, e incluso de censura, a las autoridades.

Es la idiosincrasia colombiana, de irrespetar no solo la ley sino las personas, de exigir privilegios injustos, por encima de quien sea y de lo que sea. ¿Qué más se puede esperar de un país donde hay sicarios que matan por 500 pesos, que es el precio callejero de una dosis de basuco? ¿O de funcionarios públicos que se roban los alimentos de los niños de las escuelas públicas?

Hay, en verdad, mucha distancia entre una forma de ser y otra. Pero, en el caso concreto, esa distancia es un abismo insondable.

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