La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile
Editorial
El mal está hecho
Ecuador, Panamá y Perú no quieren comprar carne colombiana, porque tienen el razonable temor de que esté contaminada con aftosa.
Image
La opinión
La Opinión
Martes, 27 de Junio de 2017

Comprar carne de contrabando implica muchos problemas, comenzando con los de la salud, pasando por los del desestímulo de toda la cadena nacional del sector y terminando con los generados a la economía colombiana y el gran impacto que genera cualquier disturbio.

Quienes compran carne de contrabando consideran que se están haciendo un bien, porque ahorran unos cuantos pesos. Pero, al final, como dicen las abuelas, resulta más caro el caldo que los huevos, porque de ordinario la carne es movilizada al menos en condiciones poco higiénicas cuando no descompuesta y puede causar problemas en la salud de quienes la consumen que, para superar la situación, deben gastar mucho más de lo ahorrado en costos de asistencia médica y medicinas.

Este, pese a la gravedad para las familias, se puede considerar como un mal menor.

Un problema más grande tiene que ver con las consecuencias del contrabando en la cadena de producción del sector. Miles de kilos de carne ilegales que entren cada día llevan a que los empresarios sacrifiquen menos reses y, como consecuencia, reduzcan el tamaño  de sus empresas, con la obvia decisión de eliminar puestos de trabajo y la consecuencia de pagar menos impuestos.

Con menos impuestos recibidos, el gobierno deberá cancelar o al menos reducir sus proyectos sociales —el Sisben, por ejemplo, o el sistema de becas…—, y las consecuencias serán para los sectores sociales pobres, y muy probablemente entre ellos están muchos de los consumidores de carne de contrabando.

La peor de las consecuencias fue la de ayer, cuando se conoció que Ecuador, Panamá y Perú no quieren comprar carne colombiana, porque tienen el razonable temor de que esté contaminada con aftosa, la fiebre vacuna descubierta hace tres días en Arauca, en un hato en el que tal vez hubo reses contrabandeadas desde Venezuela, un país afectado por la aftosa y sin solución adecuada por ahora.

Lo grave de esta situación es que se había advertido, en todos los foros posibles, de que podría ocurrir. Lo hizo Andrés Hoyos, presidente del Comité de Ganaderos de Norte de Santander, preocupado por el incontrolable e incontrolado contrabando de carne desde Venezuela.

Sin embargo, nadie en el gobierno prestó la atención debida a un problema que ahora repercute de manera negativa en las exportaciones y, por lo tanto, en los ingresos tributarios.

¿Por qué esa desidia? Es incomprensible, en verdad. Es como si los investigadores y otros funcionarios del Estado tuvieran temor de enfrentarse a los poderosos personajes que medran detrás de las bambalinas del gran contrabando, delito que no solo se relaciona con carne, combustibles y víveres venezolanos, sino también con automotores, tabaco, licores, plásticos y armas, entre otros muchos artículos ilegales.

El hecho de que de vez en cuando asesten un golpe duro a las mafias del contrabando no significa que estén haciendo un buen trabajo sistemático, permanente, persistente, eficaz y con los resultados esperados. Son, los que propinan, más golpes de opinión, que de verdad impactantes en los índices de criminalidad.

Llama la atención el hecho de que hasta los niños de los sectores limítrofes saben de las trochas por donde cruza el contrabando en un flujo incesante, pero las autoridades no se dan ni por enteradas. ¿Cuál es la razón? ¿Qué, en verdad, hay detrás de esa actitud de no sentirse aludidas?

Temas del Día