Cuando desde las profundidades de la crisis del COVID se proyectaba una fuerte recuperación económica, la realidad ha sido muy diferente. Esta semana, el FMI rebajó por tercera vez en el año sus proyecciones de crecimiento. Ahora considera que ya hay una recesión –o que está a punto de ocurrir– en 42 países. Afortunadamente, Colombia no está en ese grupo, pero puede caer en él si se descuida.

¿Qué ocurrió? ¿Cómo pueden haber cambiado tanto las cosas en tan poco tiempo? Hay todo tipo de explicaciones, como el freno económico que ha representado la política de cero COVID en China y los efectos de la guerra sin sentido en Ucrania. Pero hay algo más profundo y problemático: no parece que la economía china vuelva a crecer a las tasas de 8-10 % que generaron un prolongado auge en los países exportadores de materias primas. Tampoco parece que la guerra inducida por Rusia vaya a tener una pronta solución. Vamos a entrar en una guerra híbrida, que puede incluir ataques –entre ellos los cibernéticos– a la infraestructura estratégica en Europa.

Un dólar cada vez más fuerte, altos costos de endeudamiento y salidas de capital causan un triple golpe a muchos mercados emergentes y en desarrollo. El mismo FMI considera que esto podría representar un gran desafío para los países con grandes necesidades de financiamiento externo, como Colombia.

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Puesto en términos locales, esto significa que la administración Petro tendrá que convivir con un escenario de bajo crecimiento. El problema es que nadie se prepara para gobernar en medio de crisis, sobre todo cuando ha generado tantas expectativas y ha hecho tantas promesas.

Se me ha venido a la memoria la administración Pastrana, que también tuvo que enfrentar un escenario externo muy adverso, sumado a una crisis financiera descomunal. La respuesta de Pastrana fue hacer lo que tocaba hacer –ajuste fiscal, rescate financiero, reformas estructurales, etc.– a un costo económico y político enorme. El país luego se recuperó, pero quien realmente pudo cosechar el dividendo fue el gobierno siguiente. No creo que sea lo que tiene Petro en mente esta vez.

Más que acomodar las velas a los nuevos vientos, el Gobierno ha preferido buscar culpables. Debería poner bien arriba en la lista a Putin y, en menor grado, a quienes pensaron que la burbuja hipotecaria china podría prolongarse indefinidamente en un país cuya población no crece. Pero estos no son los culpables en los que está pensando el Presidente.

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Esta semana puso el foco en el Banco de la República por haber subido la tasa de interés. Esto es confundir los síntomas con los síndromes. La subida de tasas no es la causa de los dolores económicos de Colombia, es una manifestación de la inflación global, el fortalecimiento del dólar y una eventual salida de capitales, conjugados con nuestros propios desequilibrios fiscal y externo. Resulta aún más preocupante que piense que el problema, más allá del Banco de la República, es causado por una tecnoburocracia incrustada en la administración pública que impide que las decisiones que representan más gasto público se tomen.

Aprovechando el momento de la aprobación de la reforma tributaria en las comisiones económicas, el Gobierno debería anunciar –en cabeza del propio Presidente– que se compromete con una fuerte reducción del déficit fiscal de más de 7 por ciento del PIB este año a 4,2 por ciento el año entrante, incluidos los subsidios a los combustibles.

Con eso aseguraría que los mercados internacionales traten bien a Colombia, en el momento que más lo necesitamos. También demostraría que la responsabilidad fiscal no tiene ideología, como ha quedado en evidencia en el caso del Reino Unido, cuya primera ministra conservadora tambalea por causa de los estragos del populismo fiscal.

Este es un momento para  que el gobierno priorice, tanto su capital político como los recursos fiscales. Enfocarse en iniciativas como la compra de tierras para democratizar la propiedad rural es un buen ejemplo de lo que hay que hacer. Es el momento para pasar del dicho al hecho, lo que requiere gerencia. No es el momento para buscar culpables donde no los hay.

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