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La paz total
~Las palabras son del presidente Juan Manuel Santos y las dijo al inscribir su candidatura presidencial. Habló de la paz total, es decir, de un estadio más allá del simple fin de la guerra en el que un eventual segundo gobierno tuyo trabajará en poner a Colombia en el lugar que según él le corresponde en el concierto global.~
Miércoles, 5 de Marzo de 2014
~Las palabras son del presidente Juan Manuel Santos y las dijo al inscribir su candidatura presidencial. Habló de la paz total, es decir, de un estadio más allá del simple fin de la guerra en el que un eventual segundo gobierno tuyo trabajará en poner a Colombia en el lugar que según él le corresponde en el concierto global.~ Las palabras son del presidente Juan Manuel Santos y las dijo al inscribir su candidatura presidencial. Habló de la paz total, es decir, de un estadio más allá del simple fin de la guerra en el que un eventual segundo gobierno tuyo trabajará en poner a Colombia en el lugar que según él le corresponde en el concierto global.

En realidad, la paz total es simplemente la paz, entendida no solo como el silencio de los fusiles y las bombas y la desmovilización de los combatientes, sino como la superación de los problemas que han sido las causas para que durante 50 años hayamos andado agarrados a tiros, de asalto en asalto, de emboscada en emboscada, de atentado en atentado, de ríos de sangre en ríos de sangre…

Porque la paz es total, o no es paz, aunque se entiende que las palabras presidenciales pretenden poner el énfasis en la necesidad de ese bien social y político que casi ningún colombiano conoce. Y para ello, es necesario ir al fondo.

Porque silenciar los fusiles y dejar intactas las causas que hicieron posible usarlos sería simplemente dejarlos descansar por un tiempo, mientras se enfrían, para retomarlos y dispararlos con más decisión y hasta con mejores argumentos.

Para evitar que la guerra se reanude, hay que combatir a fondo factores como la pobreza centenaria, la falta de educación y todos sus desequilibrios, el desempleo y, en forma especial, la exclusión política, que impide que todos los ciudadanos y no solo unos pocos y casi siempre los mismos, puedan participar en la toma de decisiones. Y, si de paso, se trazan soluciones para superar la exclusión económica y la democratización del capital, pues la guerra se alejaría más cada día.

Y sería imperativo, desde luego, enfrentar con todo rigor y hasta las últimas consecuencias, fenómenos tan peligrosos, perjudiciales y generalizados como la corrupción y la impunidad en la Justicia.

Por eso, una propuesta como la de Santos, de dedicar su hipotético segundo gobierno a “pensar en grandes cosas y por eso nos vamos a poner metas muy ambiciosas”, podría llamar la atención de muchos colombianos, cansados como estamos todos, de la guerra y de las consecuencias sociales, políticas, económicas y, en fin, de todo orden que deja la matanza.

Porque, como dijo el presidente con algo de angustia y confiando en el diálogo de La Habana, “por ningún motivo nos vamos a resignar a 50 años más de violencia”. Ni él ni nadie quiere que la guerra siga. Hace rato fue la hora de la paz, pero circunstancias de todo tipo se han opuesto a que Colombia la haga realidad.

Si gana la reelección, ahora se sabe, en la línea de que haya un acuerdo de Paz con las Farc en La Habana, el gobierno de Santos se dedicará a fomentar la seguridad, la educación, el empleo y la economía, entre otros aspectos que puedan catapultar el desarrollo.

Ojalá se haga realidad el sueño de lograr un acuerdo definitivo de paz en La Habana, porque ya hay un programa de gobierno basado en una realidad como esa. Lo más probable es que la paz llegue a Colombia. Y ojalá que llegue para quedarse, algo que no dependerá sólo del gobierno, sea de Santos o no.
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