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Profesiones y oficios en Cúcuta que se perdieron en el pasado
Estos son los oficios que han quedado en el olvido de los cucuteños.
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Categoría nota
Lunes, 3 de Julio de 2023

Oficios hay que van quedando agazapados en los recovecos del tiempo y acaso las nuevas generaciones ni tengan referencia de ellos, por no estar en el radar de los adelantos tecnológicos, al tratarse de tareas que se hacían con los recursos disponibles, más con mística y deseos de servir.

Ejemplos como el tintorero que era un artesano de la ropa, el afilador de cuchillos que producía estrellas en su desgastado esmeril, el viejo sereno armado de pito y garrote, el pregonero y recadero apreciados en sus comunidades por prestar un servicio, aunque pareciera sencillo pero que tenía su razón de ser, en aquellos años en los que se respetaba más por el don de gente y honestidad que por la riqueza.

Profesiones y oficios en Cúcuta que se perdieron en el pasado


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En un recorrido por los senderos serpenteantes de la historia, encontramos el sereno que en ciudades como Cúcuta era la persona encargada de la seguridad en ciertos sectores de un barrio, en la cuadra, en una escuela,  quien recorría calles y avenidas en las frías y oscuras noches alerta ante la asechanza del sigiloso ladrón.

Se le veía sentado en alguna esquina, en porches de viviendas para guarecerse de la lluvia, vestido con un desgastado abrigo y gorra como protección al sereno de la madrugada, que le daba el nombre a lo que hacía y que la gente retribuía con algunas monedas los domingos, cuando se daba a la tarea de ir casa a casa ´pasando el sombrero’, gozando del aprecio y reconocimiento de su comunidad.

Profesiones y oficios en Cúcuta que se perdieron en el pasado

Los pregoneros y recaderos

Existieron en tiempos remotos en pueblos y ciudades personas encargadas de dar las buenas nuevas, comunicar acontecimientos importantes ocurridos en lugares distantes o los hechos cotidianos de interés de los parroquianos o miembros de una comunidad, valiéndose de pregones a viva voz, que la gente se reunía a escuchar con atención, siendo el único medio de comunicación disponible. Así el pregonero fue una persona importante, que se ganó su sitial ejerciendo una profesión de la que ya nadie recuerda.

Lo mismo ocurrió con el recadero, persona de confianza en quien se depositaba la responsabilidad de llevar o traer mercancías, transmitir mensajes, entregar cartas, medicinas, prendas, entre otros valor, que hacía con diligencia desplazándose a lomo de bestia, en una bicicleta y en la mayoría de los casos a pie. La llegada del teléfono, el servicio postal y las empresas de envíos lo confinaron al cuarto de San Alejo.


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Perdidos en el tiempo

Hay otros oficios o profesiones cuyo registro solo se encuentra en páginas especializadas en internet, soslayadas por lo implacable del tiempo: El colchonero es uno de ellos y se remonta a los años en que los colchones se fabricaban en su mayoría de lana o algodón, que con el uso se compactaba y era allí donde este personaje entraba en acción, quien con una vara golpeaba la lana para que soltara y el colchón recuperara su forma y comodidad.

El hachero y leñador fue otro personaje de esta historia, quien armado con un hacha se  internaba en la montaña a talar árboles para hacer leña o quemar para producir carbón, que se usaba en los hogares como combustible para cocinar los alimentos y en algunos usos industriales.

El oficio de barbero ha tenido igualmente de gran popularidad, aunque en la actualidad de ejerza en modernos salones de belleza, pero es de saberse que en tiempos pretéritos se desempeñaban además de peluqueros, de arreglar la barba a los clientes, hacer sangrías, ejercer como médicos empíricos y hasta de consejeros en temas del amor con su ganada fama de ser buenos confidentes.

Un artesano de la ropa

En aquellos tiempos el tintorero tuvo su sitial entre las profesiones respetadas, siendo considerado un artesano en el que se depositaban los secretos para teñir tejidos y prendas de vestir, oficio que alcanzó un importante desarrollo en la Europa medieval, no obstante este oficio se remonta a épocas anteriores y sus agremiados para darse prestancia citaron en algún momento, que incluso Jesucristo en su infancia fue aprendiz en el taller de un tintorero de Tiberíades.

El lechero igualmente fue en alguna época un personaje importante de pueblos y ciudades, quien llegaba antes de salir el sol cargado de gruesas botellas de vidrio que dejaba en cada puerta de sus habituales clientes, particularmente las amas de casa para el desayuno de la familia.

Otro que llegó a ser popular fue el afilador, un personaje que iba por las calles  amolando los cuchillos, las navajas, tijeras y todos aquellos instrumentos de filo que ponían en sus manos las amas de casa, que presurosas salían a su encuentro cuando escuchaban la campanilla de su bicicleta o el pregón anunciando su presencia para servir a quien lo requiriera.


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En el olvido van quedando oficios como el de comadronas, que tenían la tarea de asistir a la madre durante el trabajo de parto; el gallero, oficio de criar y preparar los gallos para las riñas, que en algunos lugares de Cúcuta aún se hacen o en las festividades civiles y religiosas de algunos pueblos de Norte de Santander; el platero y el orfebre, que labraban y trabajaban la plata y el oro; el polvoreros, encargado de prender las fiestas de fin de años, en ocasiones tan especiales como el 7 de diciembre durante la Noche de Velitas, Navidad y Año Nuevo, que en Cúcuta son todo un espectáculo.

Una larga lista de ocupaciones

En esa lista figuran el carpintero, el relojero, el zapatero remendón, el retablero  que tallaba figuras en madera de santos para las iglesias y los altares, y muchas de ellas son objeto de devoción por parte de fieles católicos.

El sombrerero, fabricante de sombreros en diferentes materiales y estilos, un complemento en el vestir de los señores en altos círculos sociales y del pueblo en general en aquellos años. El talabartero, que fabricaba  sillas de montar y aperos para caballos y animales de carga, con la nobleza y durabilidad del cuero.

Entre las profesiones que gozan de buen retiro figuran la del telegrafista que facilitaban la comunicación entre las personas que vivían a largas distancias con el moderno invento para la época del telégrafo, pero eso ahora solo es un recuerdo con los teléfonos celulares y otros adelantos tecnológicos.

Hay quienes seguramente en Cúcuta tuvieron entre sus antepasados un ferrocarrilero, como quiera que en esta ciudad el ferrocarril fue amo y señor, operado por una empresa pionera en el país creada en 1876, un año después del terremoto que destruyó la ciudad y que se mantuvo hasta más de la mitad del Siglo XX.

Era labor del ferrocarrilero manejar la locomotoras de vapor, para que el tren pudiera transportar café y otros productos hacia el puerto de Maracaibo en Venezuela y trajera desde allí hasta esta ciudad fronteriza las mercancías que llegaban vía marítima desde Europa y Estados Unidos.

En este mundo de los ferrocarriles, el guardagujas hizo su aporte, por ser el encargado de mover las direcciones de la línea férrea, ya que una estaba conectada con la otra, y debía de estar prsto a cambiar las direcciones para que la gente llegara a sus destinos, así  como los productos, carga y animales que transportaban, en esta noble Villa, "Portón de la Frontera".

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