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Percepciones de los cucuteños sobre la desigualdad y el capital social
La desigualdad despierta emociones negativas, sobre todo, cuando la condición superior de otra persona se percibe como inmerecida.
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Domingo, 23 de Mayo de 2021

Por: Mario Zambrano

La pandemia desnudó los problemas estructurales de Cúcuta y su área metropolitana, que se reflejan en las dimensiones económicas y sociales, con grandes consecuencias que minan el débil capital social que trenzan las relaciones humanas e institucionales en el territorio de frontera y propician un escenario permanente de incertidumbre, profundizado por los embates de las crisis recurrentes que generan una anomia social. 

El fortalecimiento del capital social debe ser un imperativo para afrontar la crisis, este capital puede entenderse de dos maneras: la confianza institucional o vertical, que refiere a la confianza en las instituciones sociales, sean estas gubernamentales o no gubernamentales -la Iglesia, los sindicatos, o los partidos políticos-; y por otro lado, la confianza social que remite a los lazos débiles o de largo alcance que se desarrollan entre grupos y personas que carecen de conocimiento íntimo entre sí, y que pueden tener distinta identidad y diferentes grados de poder sociopolítico (Güemes & Hernández, 2014)

Los datos de la encuesta de la tercera entrega de MivozMiciudad, del programa Cúcuta Cómo Vamos, arrojaron un panorama poco halagüeño. De los ciudadanos encuestados, el 52,7% considera que la corrupción en la ciudad aumentó y el 28,9% afirma que sigue igual.  Frente a la gestión de la pandemia por parte de la administración pública y el concejo municipal, el nivel de insatisfacción es alto: 66% y 69%, respectivamente.

Igual ocurre con la percepción que tienen los encuestados frente al Gobierno Nacional en la claridad y transparencia como ha manejado y gestionado el plan de vacunación contra el coronavirus, el nivel de insatisfacción es del 59%. Otro aspecto importante es la corresponsabilidad ciudadana  frente a la pandemia, las personas se ven a si misma de manera disciplinada y responsable (manejan el distanciamiento social, usan tapabocas, etc.), pero ven a los demás como irresponsables en el autocuidado.

Hay una débil confianza en las instituciones y entre los ciudadanos, algo que no es nuevo, pero en un contexto de crisis como el actual generan tensiones y deterioran la gobernabilidad, al igual que la construcción de ciudadanía, sumado al inventario de dificultades que agobian la frontera y los problemas estructurales que ponen en vilo el desarrollo social y económico, que refuerzan el debilitamiento del capital social.

Pobreza

Otro aspecto que afecta el capital social y la confianza son las condiciones materiales y económicas de los ciudadanos que generan pesimismo y desazón. En la encuesta de percepción ciudadana, el 63% de los encuestados dice que la ciudad no va por buen camino, aunque tuvo dos punto porcentuales menos que la encuesta de noviembre, sigue presentado un valor alto, donde las mujeres son las menos optimistas al igual que los niveles socioeconómicos mas bajos. 

Cuando se pregunta si “usted o algún miembro del hogar perdió el empleo”, el 75,5% de los encuestados afirma que sí, un valor mayor en seis puntos porcentuales a la anterior encuesta, además con un porcentaje elevado en los niveles socioeconómico bajos del 79%. En el tema de los ingresos, 5 de cada 10 encuestados afirman que no les alcanza para cubrir los gastos mínimos, siendo una cifra superior en las mujeres del 58% y en los niveles socioeconómicos más bajos del 59,7%.

Sobre pobreza subjetiva, el 50% se considera pobre, siendo los encuestados de nivel socioeconómico bajos y las mujeres quienes tienen un porcentaje mayor, 56,9% y 54,6%, respectivamente. Este contexto poco alentador coincide con los datos de pobreza monetaria que reveló el DANE hace poco, la incidencia de pobreza monetaria fue del 53%, superior  a la del año 2019, lo que se tradujo en 72.689 personas que ingresaron en esta condición para el año 2020.

 Además, el dato de pobreza extrema fue revelador, pasó del 10% al 20%, siendo la segunda área metropolitana con mayor variación en este indicador; por otro lado, según situación laboral del jefe del hogar, el 76,9% de los desocupados y el 48,3% de los ocupados son pobres, además, llama la atención el aumento paulatino de la desigualdad (Gini) en el área metropolitana desde 2017 y que en 2020 se sitúo en 0,52 . 

Esta descripción dibuja un escenario de mucha complejidad no solo por el deterioro del capital social, sino que, en un contexto de movilización social, represión y violencia puede escalar a un entorno incierto que amerita un análisis profundo, y no simplista, monocausal y oportunista. 

Un ambiente de desigualdad, pobreza, percepciones pesimistas y poca confianza, aumenta los costos de los bienes públicos a menudo se concentran, mientras que sus beneficios se dispersan. Con frecuencia, esta situación conduce a elevados niveles de pobreza a invertir de manera insuficiente en bienes públicos e impulsa a los más privilegiados a sustituir los bienes públicos por privados (Robison, Siles y Schmid, 2003).

La desigualdad, por ejemplo, despierta emociones negativas, sobre todo cuando la condición superior de otra persona se percibe como inmerecida (Clark y D’Ambrosio, 2015) y genera conflictos sociales y antagonismos que afectan no solo la cohesión social, sino la credibilidad de las instituciones y socava la democracia (BID, 2020).  

El territorio debe desarrollar una agenda social y económica, y transversalmente una agenda ciudadana que se construya de abajo hacia arriba, y cierre las brechas entre la institucionalidad y la sociedad desde un espacio de dialogo, partiendo del núcleo de los problemas, con los distintos agentes sociales que dinamizan política pública. 

Fortalecer el capital social no solo facilita la cohesión, ayuda a tener una economía más prospera, un sector productivo robusto que permita la generación de empleo productivo, también fomenta la innovación y ayuda a superar la pobreza; es imperativo complementar la agenda económica, social y ciudadana para enfrentar los desafíos, que no es solo la pandemia, es una crisis de gobernabilidad y legitimidad en todas las escalas (nacional, departamental y municipal), que no puede ser entendida como un asunto económico o en el peor de los sentidos de seguridad, de ahí que las soluciones vendrán de la diversidad, de los consensos y no de las imposiciones. 

Grafico de desigualdad.
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