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De Italia a Ocaña, una misión que cuida a niñas del conflicto
Desde 1998, religiosas de la congregación Hijas de Nuestra Señora de la Eucaristía brindan protección a niñas abandonadas en el Catatumbo.
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Sábado, 14 de Septiembre de 2019

La hermana Antonieta Morlando salió de Italia hace 21 años sin imaginarse que al otro lado del mundo encontraría una misión que le daría sentido a su vida.

Con más dudas que respuestas, junto a un grupo de religiosas de la congregación Hijas de Nuestra Señora de la Eucaristía, llegó a Colombia buscando evangelizar la palabra.

Sin tener una visión exacta de lo que iban a hacer, las hermanas se chocaron con una realidad que les partió el corazón: los niños abandonados en medio del conflicto armado.

Se dice que en la guerra quienes más pierden son los niños, y el Catatumbo no ha sido ajeno a que muchas madres en medio de su desespero y múltiples necesidades abandonen a sus hijos por la imposibilidad de asegurarles un futuro.

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Un día, mientras  las hermanas se instalaban en la casa cural de la iglesia la Inmaculada en el barrio Santa Clara, de Ocaña, recibieron a una niña de 3 años y medio en estado de desnutrición, pesaba solo 3 kilos.

“Nosotras veníamos con la mentalidad europea y creíamos que los niños pobres ayudaban en el hogar, pero no imaginábamos que estaban expuestos a las guerrillas y la violencia de esa manera”, explica la hermana Antonieta.

Desde entonces, las hermanas entendieron que su plan en Colombia era ayudar a los menores desprotegidos y crearon la misión Madre Leticia.

“Poco a poco empezaron a llegar menores sin irlos a buscar, los papás los traían para quitárselos a la guerrilla por el miedo al reclutamiento forzado”, explicó.

En los primeros años, las hermanas funcionaron en la casa cural y albergaron hasta 80 niños internos.

Sin embargo, en vista de que habían muchos más que no tenían para comer, adaptaron en el garaje de la casa cural un comedor comunitario hasta donde llegaban unos 200 niños más.

Con el paso de los años, las hermanas lograron jalonar recursos para construir su propio hogar, en un terreno donado por la junta de Acción Comunal; allí empezaron a recibir solo niñas.

(Las religiosas buscan recursos para llevar a las niñas a actividades fuera del hogar. Las niñas tienen horarios para todas las actividades, desde estudiar hasta divertirse.)

“Han pasado muchos niños y niñas, pero cuando están creciendo, es complicado el manejo”, dijo.

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La misión Madre Leticia recibe a las niñas desde los 0 años hasta que llegan a la universidad y el único filtro que tienen para seleccionarlas, es la necesidad.

“Miramos que sean las niñas más necesitadas, porque hay muchas que llegan por el peligro y maltrato”, agregó.

Sin recursos

(Cens donó un horno a la misión Madre Leticia para que creen su propia microempresa.)

La fachada del hogar de la Misión Madre Leticia se impone en las calles de Ocaña como uno de los orfanatos que se ven en las películas y a simple vista parece un lugar ostentoso.

Muchas personas que pasan por ahí piensan que las hermanas reciben grandes sumas de dinero desde Italia.

Sin embargo, hoy viven una de las épocas más difíciles desde su fundación. Aunque el hogar tiene capacidad para albergar a 100 niños, ni siquiera los recursos para alimentar y dar sustento a las 32 niñas que viven allí, son suficientes.

Nunca les ha hecho falta nada, porque de cualquier forma las hermanas han buscado apoyo  y la beneficencia siempre ha estado presente.

En ese sentido, algunos voluntarios del pueblo están liderando un Plan Padrino, con el que esperan jalonar recursos para solventar los gastos que tienen las menores.

“Estamos invitando a nuestros conocidos, amigos o allegados, a que hagan parte de un plan padrino y donen mensualmente lo que quieran y puedan, pero que sea una suma con la que podamos contar todos los meses”, explica.

Inicialmente, la idea es que el aporte sea económico, pero cuando se tenga un grupo consolidado, la propuesta incluirá un apoyo para las celebraciones como la primera comunión.

Uno de los principales aliados del hogar ha sido Cens Grupo EPM, que les donó un horno de repostería, donde ahora podrán preparar diversos productos y obtener ingresos a partir de los mismos.

“La idea es montar nuestra producción, una microempresa donde las mismas niñas puedan ser las protagonistas con su trabajo; y las que por cualquier motivo no alcancen a estudiar en una universidad, encuentren allí un sustento”, dice por su parte la hermana Carmen Muñoz.

Las hermanas también tienen un convenio con la Universidad Francisco de Paula Santander de Ocaña, que les ofrece becas para que las niñas, una vez terminen el bachillerato, puedan formarse. Ellas no tienen un límite de edad para irse del hogar, pues la misión Madre Leticia las acoge sin condición.

“Es su propia decisión si ellas se quieren ir, pero si necesitan apoyo para estudiar en la universidad, nosotros las apoyamos”, agrega.

Con esta labor, las hermanas cambiaron el rumbo de la congregación en Colombia y ya no salen a evangelizar la palabra, sino que lo hacen desde adentro, con el ejemplo.

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