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El informe de la Comisión de la Verdad en la educación pública 
Estamos ante una oportunidad enorme para reflexionar sobre la educación en aspectos adyacentes a la propuesta.
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Domingo, 31 de Julio de 2022

El futuro ministro de Educación, Alejandro Gaviria, quiere llevar a instituciones educativas públicas el Informe de la Comisión de la Verdad sobre el conflicto armado y sus trágicos episodios. Bajo la expresión ‘la escuela abraza la verdad’, se pretende un diálogo que forme para la reconciliación, asegurando la no repetición, uno de los componentes del Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación. Gaviria dijo que su propuesta no era una obligación sino una invitación para procurar una narrativa incluyente. Bajo premisas de objetividad, la propuesta es conveniente. 

Era lógico que hubiera reacción, y que sectores de oposición advirtieran sobre los riesgos de la iniciativa, por los sesgos ideológicos que comporta. Todo depende de quien transmita, y en qué aspectos del informe se enfatice: los horrores de la derecha institucional y no institucional, como torturas, masacres, falsos positivos, y paramilitarismo; o las atrocidades guerrilleras del secuestro, reclutamiento de menores, atentados a pueblos e infraestructura, collar-bomba, o masacres como la de Bojayá. 

Estamos ante una oportunidad enorme para reflexionar sobre la educación en aspectos adyacentes a la propuesta. En primer término, la Verdad, como epicentro de la vida societaria. Aunque el informe se basa en el conflicto armado de las últimas décadas, conviene conocer sus orígenes y la larga historia nacional de conflictividad, enseñando también la violencia liberal-conservadora que dejó una decena de guerras civiles. En esas confrontaciones, sí pelearon las élites y hubo batallas de verdad, como la de La Humareda, que condujo a una hegemonía conservadora de 45 años. En el conflicto reciente, la cobardía ha sido inmensa: las guerrillas, con terrorismo y ataques sorpresa; y la institucionalidad, con acciones como los falsos positivos. 

La Verdad también implica superar la educación formal. A nosotros nos enseñaron historia, verbigracia, resaltando el valor de la libertad en la época de la Independencia, olvidando que fue solamente para la élite criolla, por cuanto la esclavitud continuó hasta 1851, es decir, una libertad no para todos los habitantes; en geografía, nos decían que los Santanderes eran ricos en petróleo, el Chocó en oro y platino, Boyacá en esmeraldas, y La Guajira en carbón, por manera que descubrir la pobreza estructural fue un proceso personal empírico posterior; igual sucedía con la educación cívica, con poca práctica de alcance comunitario.  

Otra reflexión gira sobre la autonomía ideológica de las instituciones educativas. A los partidos políticos se les niega constitucionalmente el extremismo, ya que deben seguir en su organización parámetros de democracia, esto es, el sistema no acepta un partido nazi o de totalitarismo comunista. La autonomía educativa, en cambio, parecería permitir esas posturas. Se requiere restringir su alcance a valores estrictamente democráticos, como se hizo con los partidos políticos. 

Finalmente, la propuesta sería más contundente si se presentare como parte de un plan global de educación sobre valores colectivos, como la solidaridad social y la prevalencia del interés general, lo cual conduciría a construir tolerancia, fortaleciendo los derechos humanos y la democracia. Ello supone un plan de servicio social estructurado según las edades, en los niveles de primaria, bachillerato y universidad, e inclusive involucrando adultos y mayores, como ocurre en distintas naciones. En Estados Unidos, 77 millones de personas ejercitaron actividades comunitarias sin pago durante 2019, que económicamente equivalía a 167 mil millones de dólares. Guardada la proporción demográfica, algo similar ocurre en Holanda y Francia. Para graduarse, en algunos países se exigen hasta 400 horas de servicio social. 

En materia de educación, muchas cosas están por hacer o corregir, sobre esquemas socialdemócratas. La propuesta debe desarrollarse bajo criterios de objetividad, no como una iniciativa singular sino bajo un enfoque plural, que recoja otros puntos, como el deporte y el trabajo social, para formar y comprometer la juventud en la construcción de país, tanto más cuanto que los menores de 24 años representan el 40% de la población.

jaime.bue@hotmail.com

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