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El talante chavista
Pocos se hacen con la victoria derrotando a muchos.
Domingo, 19 de Noviembre de 2023

El 2 de abril de 1819, batalla de las Queseras del Medio contra Morillo, Páez aplicó su táctica de “Vuelvan Caras”: consiste en pretender huir de la batalla y hacerlo ordenadamente tentando al enemigo con la aniquilación de los fugitivos. En la euforia los atacantes se encuentran con que los falsos cobardes se revuelven y atacan con fiereza a una fuerza que se desordena por la sorpresa y termina acuchillando a sus conmilitones.

Pocos se hacen con la victoria derrotando a muchos.

Desde el golpe fallido de Chávez en 1992, Venezuela aceleró su descaecimiento por dos factores: la erradicación del sector privado, mal reemplazado por el estado, y la desaparición de las instituciones democráticas, reemplazadas por un autoritarismo verticalizado y opaco. Ambos llevaron a Venezuela a taparse con las faldas rusas, cubanas e iraníes, hábiles en política pero incapaces de promover prosperidad propia y menos ajena. Las idas y venidas del chavismo apretando cada vez más las libertades, desestabilizaron al país y llevaron a un rompimiento con Colombia que por poco termina en guerra. Maduro mantuvo ese sinuoso sendero con menos inteligencia, pero con gran eficiencia para sumar apoyos legales, y otros no tanto, al socialismo del siglo XXI, a la retórica contra los EE. UU. y la UE, contra nosotros y contra Guyana.

Como casi siempre, Washington reaccionó tarde a los hechos autoritarios, en este caso con un interés vital de por medio: su incierto abastecimiento de petróleo primero por la pandemia, luego por la amenaza de China y Rusia a la libertad de navegación y ahora por la invasión rusa a Ucrania y la guerra de Israel y Hamás. EE.  UU. y Caracas siguen enfrentados en la relación con China, tan hábil para ganar permanentes amigos en su cruzada de convertirse en el nuevo polo global militar, político y económico.

Las sanciones de EE. UU. a nuestro fraternal vecino se concretan en siete Órdenes Ejecutivas desde 2014, la primera expedida por Obama y la séptima por Trump, generadas en realidades políticas internas bien diferentes. Sus objetivos son entrabar el petróleo, los pagos y los movimientos de capitales, bienes y servicios venezolanos, considerando violadores de esa directiva a terceros estados, personas y empresas que tengan relaciones económicas con Venezuela y quieran mantenerlas con EE. UU. También se limita el ingreso de funcionarios venezolanos. Las sanciones, como lo hemos visto en Rusia, Irán, o Irak, afectan al país concernido y a la región toda porque el crecimiento se torna en retroceso y pobreza, la migración se exacerba y los recursos, en este caso petróleo, se quedan sin inversión que les permita evitar la caída de la producción. Las licencias a empresas petroleras norteamericanas para operar en Venezuela se cancelaron. EE. UU. dejó vivo, por si las moscas, el permiso de Chevron, que siempre operó y 
hasta le fue renovado recientemente.

Que sí hay diálogo entre Maduro y los opositores; que más bien no. Que sea en México; que más bien en Barbados. Que sí haya elecciones; que las aplacemos. Que se levanten las inhabilidades a los candidatos opositores; que ni por los infiernos, dice Cabello. Que elijan su candidato; que esa no. Que Petro medie; que ya no.

EE. UU. en medio de la guerra en Gaza, levanta por seis meses las sanciones y permite que el petróleo fluya a las arcas venezolanas con la excusa de que habrá elecciones libres en el 24. Pero Maduro y Cabello, a través de su aparato judicial, desconocen a la candidata de la oposición, y llaman al pueblo a unirse votando afirmativamente el plebiscito sobre la apropiación ilegal del Esequibo, “donde sale el sol de Venezuela” según reza la propaganda del régimen.

“Guerra, guerra en la frontera. Paz, paz en el interior” gritaba Laureano Gómez en nuestro conflicto con el Perú.

Maduro, pues, ordenó “Volver Caras”, respondiendo como el alacrán a la rana: “Es mi condición”.
 

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