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Madre en mis cosas
De modo que el domingo las mamacitas estarán de rumba, aquí en la tierra como en el cielo.
Jueves, 25 de Mayo de 2023

Cúcuta es la única ciudad del mundo donde el Día de la Madre se celebra el último domingo de mayo, y no el segundo domingo como sucede en el resto del orbe. De modo que el domingo las mamacitas estarán de rumba, aquí en la tierra como en el cielo.

¿Y por qué esa tochada?, preguntan muchos. Por razones económicas (las mercancías no llegaron a tiempo alguna vez en la década de 1930, y los almacenes quebraban -dijo Fenalco-).  Por razones religiosas (el 31 de mayo se celebra la fiesta de la Madre del cielo, y es bueno -dijeron los curas- que las dos festividades queden cerca). Y por razones de corazón (el segundo domingo queda muy cercano al 18 de mayo, conmemoración del terremoto de Cúcuta, y no es sano rumbear con tristeza de muertos -dijeron los estancos-).

Cúcuta tiene asuntos raros. Es la única ciudad del mundo donde hay Avenida Cero. Es la única ciudad donde el nombre de un pájaro se usa para regañar o por cariño o porque sí: ¡Tan toche! Es la única ciudad del mundo donde los pasteles de garbanzo se venden más que el pan caliente.

Pero volvamos a la madre. Estarán de fiesta las madres vivas y las muertas. El sábado en la noche escucharemos serenatas a las vivas, y el domingo escucharemos mariachis en los cementerios.

Sin embargo, las madres se quejan de que esa es una fiesta en que a ellas les toca atender hijos y yernos aguardienteros y hacerles el sancocho ese día y hasta aguantarse las peleas entre los hermanos borrachos. Se quejan también de los regalos que reciben: ollas, vajillas, elementos de aseo, en fin, cosas que les recuerdan que su destino es netamente casero. ¡Y tienen razón! De la que nos salvamos los que, por alguna razón, salimos hombres.

Entre otras cosas, los padres nos quejamos de la discriminación en que nos han tenido en relación con las madres. Para ellas son las fiestas, los agasajos, los regalos, las consideraciones de ley.  De los padres nadie se acuerda. Y su día tuvieron que arrimárselo al de san José. ¡Tomen, pa que no chillen!

También es cierto que con ciertos padres, la cosa no da para más. “Ese hijo no lo crié yo”. “Ese no parece hijo mío” “Exijo la prueba”.

Muchas madres se quedarán sin rumba el domingo, como mi amiga, la madre Faustina, una monja de la Presentación. La madre naturaleza, que no tiene hijos sino enemigos. La madre de las uñas, cuyos hijastros le hacen dolorosa la vida.

A la madre patria tampoco le va bien ese día, y menos ahora cuando los indígenas, con bastones de mando y con sueldo oficial, se declaran enemigos de todo lo que huela a ella. Ignoro si los caracolitos se acordarán de la madre caracol. El agua sucia va toda para la pereza, dizque madre de todos los vicios. Y ahora pienso -con todo respeto- que a la madre de Petro le ha ido muy mal en este gobierno.

Pero no todo es malo en este valle de lágrimas. Las mamás de los poetas sus buenos poemas se ganan. Me gusta “Madre en mis cosas” del cucuteño Eduardo Cote Lamus, en el que le cuenta a ella, ya muerta, las cosas que le han venido sucediendo. Le habla de sus estudios, de sus amigos, que es poeta y que tiene novia.

“Su aliento es el refugio de mi voz cansada”.

“Ella alcanza casi tu estatura”

“Te contaré algo terrible, madre, soy poeta, y padezco la ternura de las cosas”.

gusgomar@hotmail.com

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