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Cúcuta
¿Cómo es la vida con un intestino perforado?
Danitza Viviescas lucha contra el cáncer, pese a su colostomía también batalla para que otros pacientes no caigan en depresión.
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Sábado, 18 de Enero de 2020

Una sonrisa enorme no solo ilumina el rostro de Danitza Viviescas, sino de todo aquel que la rodea. Su gesto alegre nunca se ve opacado pese a que ha luchado durante cuatro años contra el cáncer, y precisamente por una metástasis que le alcanzó su colon, ahora vive con un intestino perforado (colostomía). 

Pese a sus batallas médicas, sirve de ejemplo para que otros pacientes no caigan en una profunda depresión, liderando actividades en centros de salud, para que vean esta intervención  como una nueva oportunidad de vida. 

A sus 28 años, ‘Nani’, como le dicen cariñosamente sus familiares, vive con un agujero en su abdomen por donde tiene que defecar en una bolsa de plástico que permanece pegada a su piel.

Ella es una más de las cerca de 41.000 personas que existen en Colombia con este procedimiento, como lo señala la Organización Internacional de Ostomizados (OIA), que además afirma que de cada 1.000 habitantes, hay una persona que ha sido operada para que defeque por un costado del vientre.

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Sin embargo, los prejuicios sociales generan que estos pacientes se vean inmersos en cuadros depresivos. 

“La gente es cruel y algunos no entienden que no fue por gusto sino para poder seguir viviendo que nos toca tener la colostomía”, relata Viviescas. 

Y aunque genere desconcierto o asco en quienes no conocen del tema y por el solo hecho de pensar que deben ver sus heces los hace evadir esta afección, lo cierto es que se puede desarrollar una vida activa y Danitza da cuenta de ello. 

Nani juega partidos de fútbol, hace ejercicios en el gimnasio, administra sus cuentas virtuales como youtuber @Canserdanitza (can: poder, ser: lo que quieras), es mamá de dos hijos (8 y 7 años), tiene esposo, modela lencería y hasta fue candidata al Concejo de Cúcuta recientemente. 

“Quiero demostrar que la colostomía no es el fin del mundo”, asevera. 

Programa de humanización

Danitza, desde el año pasado, empezó a visitar el Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem), ya no como una de sus pacientes, sino como invitada del programa de humanización que se viene adelantando.

Sandy Jackeline Acevedo, referente de humanización del Huem, relata la importancia de Danitza para otros internos que apenas fueron operados y tienen que aprender a vivir con la colostomía.

“La intención es ayudar a los pacientes para que sepan de qué se trata este nuevo cambio en su cuerpo. Que vean que pueden seguir con sus vidas igual que antes, que no es necesario modificar ni siquiera su forma de vestir. Por eso, Viviescas nos aporta su testimonio de vida, pues tiene una energía única que se contagia”. 

En junio de 2019 el programa se extendió hacia 125 profesionales de la salud, entre enfermeras, auxiliares de enfermería e instrumentadoras que fueron capacitadas. 

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Nuevamente en diciembre recibieron otros talleres debido a que ellos son los primeros que deben hacer sentir en confianza a las personas con esta condición de vida, ya que algunos lo tendrán hasta su muerte.

“La idea es fortalecer el programa, pues hay desconocimiento, tabúes y falta de sensibilización que vamos a derribar desde el Huem”, agregó Acevedo. 

Este es el único plan de acción que se implementa en la capital nortesantandereana, pues aunque se trata de un proceso complejo, no cuenta con otra entidad oficial dedicada solo a la atención de grupos de personas con colostomía. 

El día a día

Las Entidades Promotoras de Salud (EPS) se encargan de suministrar todos los elementos que requiere un paciente con colostomía. 

Nani explica que se trata de un anillo de plástico que se pega a la piel por el borde del intestino, que en ocasiones queda expuesto en el abdomen; luego una bolsa plástica especial evita que se escapen los olores, la cual se enrosca y finalmente un gancho previene que salgan los residuos. 

“Es importante aclarar que uno no tiene control para hacer popó o para los gases, como lo tiene cualquier otra persona. Así que lo principal es saber alimentarse, no comer nada pesado, pues de la misma forma se empieza a evacuar”, afirma.

Normalmente después de tres horas de haber ingerido alimentos, Danitza debe ir a limpiar su bolsa en el baño. 

“Se habla de que uno debe usar guantes pero, ¿acaso cuando una persona va al baño, se limpia con guantes? Para nada, entonces lo hago de la manera más natural. Obviamente luego es indispensable un buen lavado de manos”, manifiesta. 

Aunque no hay un horario fijo para asear la bolsa que se va llenando de heces, sí se debe cambiar al menos cada tres días por una nueva. 

Aquí es fundamental que la Eps entregue este elemento, pues los precios son costosos. Un pegante llega a valer $38.000, y la barrera o anillo plástico con bolsa y gancho $40.000. Teniendo en cuenta que son al menos 10 bolsas al mes, sería un gasto de algo más de $438.000 mensuales.

“A la hora del baño es opcional si te quitas todo y pones tu cuerpo bajo la ducha, no va a pasar nada malo. Uno aprende a conocer verdaderamente su organismo y eso es muy bueno”, asegura Danitza.

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Prepara nueva batalla

El próximo mes Danitza Viviescas inicia nuevamente una batalla por su vida desde el Hospital Erasmo Meoz. El cáncer volvió a su cuerpo, lo que impidió que le retiraran la colostomía. Así que vivirá con ella hasta sus últimos instantes en este mundo. 

“Tengo un diagnóstico nuevo: carcinomatosis peritoneal y unos nódulos que me salieron en la parte del tórax. El médico me dio un promedio de vida de 2 años, pero sé que es Dios quien tiene la última palabra”, cuenta mientras sonríe y en sus ojos se refleja un brillo de esperanza.

Pese a su difícil pronóstico médico, planea seguir asistiendo al programa de humanización para continuar inspirando a otras personas con colostomía y asegura que su fe es más grande que cualquier dictamen de los doctores. 

“Seguiré firme porque Dios está conmigo y nunca me ha abandonado”, finaliza.

Orígenes y procedimiento de la Colostomía

El doctor Luis Fernando Conde, cirujano general del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem), asegura que esta práctica viene desde la segunda guerra mundial cuando los soldados sufrían heridas de colon, se operaban y vieron que al hacer una colostomía los pacientes sobrevivían. 

“Les hacían un cierre primario que se filtraba y venía la peritonitis, entonces se dieron cuenta de que al hacer una recesión del colon la persona seguía con vida. Las guerras han ayudado a que el gremio médico mejore sus técnicas”, enfatiza. A su vez, indica que al mes aproximadamente se practican tres colostomías en el Huem, siendo los hombres los más intervenidos. 

Asimismo, aclara que no solo por cáncer se puede terminar con una colostomía, también por heridas de recto, por debajo del pliegue peritoneal, heridas de bala, en pacientes con diverticulosis (protuberancias en la pared del colón), abscesos (chichón de pus) y malformación de nacimiento. 

“El objetivo es que no tengan miedo de consultar por alguna molestia en el recto porque a tiempo se puede atender. Recordemos que la colostomía no en todos los casos se deja de por vida. Si las heridas han sanado adecuadamente, se estudia para volver a cerrar este orificio del abdomen y retomar la vía normal para que el paciente haga sus necesidades fisiológicas”, dijo. 

Paola Patricia Ríos | paola.rios@laopinion.com.co

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