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Editorial
No a la radicalización, sí al diálogo
En La Opinión reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de los principios democráticos y el estado de derecho.
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Miércoles, 13 de Marzo de 2024

Un día con visos de martes trece fue el que vivió, ayer, el presidente Gustavo Petro al recibir dos derrotas, una en la Corte Suprema de Justicia y otra en el Congreso de la República, que profundizan la incertidumbre sobre si Colombia entrará en la era de la radicalización presidencial o si la Casa de Nariño preferirá el ramo de olivo para superar la crisis nacional.

Los colombianos asistieron al espectáculo de un gobierno políticamente frágil que perdió la partida para intentar lograr que se eligiera a una fiscal amiga, y que en el Senado uno de sus proyectos bandera, como es la reforma a la salud, quedara en estado de coma.

Estos dos golpes contundentes en una sola jornada encierran riesgos, porque tal vez los férreos opositores crean que hay grietas profundas en las estructuras gubernamentales para profundizar las acciones para atravesársele a los proyectos de cambio de la administración del Pacto Histórico.

Pero más allá de los avatares políticos, lo que verdaderamente preocupa es el rumbo que tomará el país en los próximos meses. La amenaza de un “estallido social” planea como una sombra ominosa sobre la nación, mientras el presidente Petro se debate entre la tentación de la radicalización y la necesidad de priorizar el diálogo y la colaboración.

Esta especie de ‘juego de tronos’, en el que desde uno y otro lado del espectro político y del poder se hacen movidas con claros cálculos de entorpecer, frenar y atajar los avances del que consideran no solo su contradictor sino su potencia enemigo irreconciliable,  ha venido generando un clima de alta tensión, de discordia y de confrontación, que no le conviene a nadie en un país tan cargado de problemas como el nuestro.

Es en este contexto que surge una voz de advertencia: no podemos permitir que la política se convierta en una guerra sucia, donde se divida y polarice a la sociedad en bandos irreconciliables. Los anaqueles históricos están repletos de pasajes dolorosos que no tenemos que seguir siendo condenados a repetir.

Petro debe demostrar su talante de estadista y construir desde el diálogo con todas las partes. No puede seguir actuando como líder de izquierda, sino enfocarse en ser el presidente de los 52,7 millones de colombianos.

El cambio verdadero no se logra sembrando discordia y resentimiento, sino promoviendo la unidad y la inclusión. Es hora de dejar de lado las agendas políticas y trabajar en beneficio del país. Solo a través del diálogo y la colaboración podremos superar los desafíos y construir un futuro mejor para todos.

En La Opinión reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de los principios democráticos y el estado de derecho. Seguiremos informando y promoviendo el debate informado, con el firme propósito de contribuir al bienestar y la prosperidad de nuestra sociedad.

Por una buena salud democrática, la fortaleza de las instituciones y el cumplimiento del precepto constitucional de ser un Estado social de derecho, les compete a la ciudadanía, a los dirigentes, al empresariado, al Gobierno Nacional y los gobernantes regionales, al igual que instituciones como la iglesia, ponerse la camiseta por Colombia y empujar hacia un mismo lado.

En medio de las diferencias hay que sacar adelante al país, porque de lo contrario estaremos expuestos a caer en abismos a los que han ido a parar otras naciones, en las que el pueblo finalmente terminó siendo el gran perdedor.

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