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Catatumbo
En el Catatumbo no pierden la esperanza de alcanzar la paz
El expresidente Ernesto Samper Pizano analiza el impacto del conflicto armado en ese territorio nortesantandereano. Los dirigentes Enrique Pertuz y Rubén Zamora también enfocan el problema.
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Cicerón Flórez Moya
Cicerón Flórez
Domingo, 7 de Febrero de 2021

En medio del fuego perturbador de los grupos armados ilegales y de la Fuerza Pública que los combate, todos actores del conflicto armado, los habitantes del Catatumbo que padecen la diaria violencia, no pierden la esperanza de alcanzar la paz. Es lo que piden. Sostienen ese anhelo no obstante el distanciamiento oficial y de la recurrente beligerancia de los combatientes en acciones de confrontación.

El Catatumbo se convirtió en un escenario de guerra, con la concurrencia de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes en su territorio, con lo cual se han agudizado los problemas sociales, a lo cual se agrega la falta de contundencia del Gobierno en la ejecución de programas que pudieran variar esa situación de aniquilamiento.

La Opinión le solicitó al expresidente Ernesto Samper Pizano analizar la situación del Catatumbo y la siguiente es su visión:

El 2 de agosto de 2013 asistimos algunos garantes de los Acuerdos del Catatumbo, encabezados por el entonces vicepresidente Angelino Garzón, a Tibú para reunirnos con la comunidad convocada por la Asociación de Campesinos del Catatumbo (ASCAMCAT) para conocer de primera mano lo que estaba sucediendo en la zona. Ingresamos al sitio de encuentro protegidos solo por la guardia indígena. 

El panorama que encontramos entonces fue desolador: el enfrentamiento armado entre las FFAA y los grupos alzados en armas había convertido el área en un verdadero teatro de guerra. Nos impactó el relato de algunas madres que, aterrorizadas por un supuesto inminente bombardeo militar de sus hogares, habían llevado 300 de sus pequeños hijos a un refugio humanitario al otro lado de la frontera, en territorio venezolano, para salvarlos. Perseguidos por los actores armados , acosados jurídicamente por  palmicultores de la zona, decepcionados por el incumplimiento del Estado en temas como salud, educación, vías,  tierras y erradicación pacífica de los cultivos ilícitos, la población se sentía como un corcho indefenso en medio de un remolino de violencia. 

Propusimos entonces, como conclusión del evento, que el Catatumbo se convirtiera en un laboratorio de paz  que sirviera de referente para las negociaciones que empezaban a tener curso en La Habana. Este sueño se volvió a convertir en pesadilla con el cambio de gobierno. El  presidente Duque, al día siguiente de su mandato, viajó a la zona  para anunciar un despliegue militar de 5.000 efectivos sin hacer mayores alusiones a los programas sociales ya comprometidos. Ese día, el Catatumbo regresó a la guerra. Meses más tarde, sin contar con la colaboración de la gente en su diseño, se anunció la implementación de algunos planes PDETS cuya hoja de ruta todavía se desconoce. 

En septiembre del año pasado  se lanzó, con bombos y platillos, un Plan de Acción para la Transformación Regional, éste si consultado con varios actores sociales, algunos de los cuales han sido asesinados o masacrados. 

Los  palmicultores se sienten indefensos en medio de la violencia.

Renació la esperanza 

Lamentablemente, el regreso a la confrontación en el Catatumbo ha ido  más rápido que la presencia social del Estado. Es evidente la consolidación militar de la zona con la presencia de más de 12.000 efectivos del Ejército y el fortalecimiento de los  grupos alzados en armas como el Eln, el Epl, una  disidencia de las Farc  y varios carteles del narcotráfico. A diferencia de hace algunos años, también se evidencia la presencia de una fuerte migración venezolana que se suma a la población amenazada que vive en el área. 

A pesar de este panorama sombrío, pienso que aún estamos a tiempo de salvar el Catatumbo. Para conseguirlo se precisan varias acciones inmediatas. La primera: suspender los programas de erradicación forzosa de cultivos ilícitos -que representan el 27% de los del país- y acelerar a través del PNIS los programas pendientes de sustitución social voluntaria,  complementados con programas de restitución social y titulación, individual y colectiva,  de tierras. Aprobar la Zona de Reserva Campesina  cuyo trámite ya está finiquitado sería un gesto en la dirección correcta.

La segunda acción que ayudaría consistiría en que  el gobierno, a través del presidente y el Ministerio de Defensa,  se comprometieran a respetar el Acuerdo de Mínimos Humanitarios para proteger la población civil en medio del conflicto,  que ya fue aceptado por los grupos irregulares (Eln, Epl y Farc) por solicitud de la Mesa Humanitaria del Catatumbo en la cual  participan distintos actores sociales, la Gobernación, alcaldes y personeros locales, la Comisión por la Vida  y los Obispos que actúan en la zona. También ha estado vinculada la Comisión de Paz del Congreso que, según entiendo, ya le hizo llegar una solicitud al presidente de la República para que coincida con éste en los términos señalados por el DIH. El Acuerdo Humanitario pretende liberar a la población civil inocente de hechos de guerra como el reclutamiento de menores, la colocación de minas antipersonal, la protección de escuelas, hospitales y el medio ambiente, entre otros bienes sociales. 

La tercera acción pretende, con recursos suficientes, plazos acordados y acompañamiento de la Mesa, poner en marcha los distintos programas que ha venido anunciando la Presidencia para garantizar la presencia solidaria del Estado en el Catatumbo. Estos hechos de paz podrían enmarcarse en un futuro acuerdo de paz con el Eln para revivir la idea de convertir el Catatumbo en el Laboratorio de Convivencia que redimiría a su gente por muchos años. 

Otros pronunciamientos

Enrique Pertuz, defensor de los derechos humanos, tiene esta opinión sobre el problema del Catatumbo:

Cumplidos cuatro años de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-EP, tenemos que señalar que en relación con la materialización de este para la región del Catatumbo se ha quedado en un acuerdo más, es decir, no  ha tenido desarrollo sostenible, ni ha llegado la paz. Las expectativas de los habitantes han sido más de frustración y de desesperanzas que de hechos reales y efectivos. 

De los seis puntos acordados y firmados, estos no han encontrado ni voluntad política, ni compromisos para el desarrollo de los mismos. 

La participación política, relacionada con la creación de las circunscripciones transitorias especiales de paz en las regiones más golpeadas por el conflicto, hoy no es una realidad. La reforma rural integral fue un sueño para miles de campesinos. El conflicto en la zona del Catatumbo continuó con su propia dinámica, generando el aumento de actores y de  fuerzas,  de un frente de Las Farc que existía antes de la desmovilización, hoy encontramos dos, un Eln expandiéndose y un Epl muy activo, presencia de carteles mexicanos, de fuerzas especiales de EE.UU.  Y aumento de tropas del Estado. 

Suspender la erradicación forzosa de cultivos ilícitos es una de las metas.

Excomandante

Rubén Zamora, quien fuera comandante de un frente de las Farc en el Catatumbo y se desmovilizó conforme al acuerdo de paz, dice:

El gobierno de Juan Manuel Santos dejó pasar el tiempo y avanzó poco en la implementación del acuerdo y el de Iván Duque se dedicó a volverlo trizas. Duque volvió a la estrategia de consolidación territorial de la llamada seguridad democrática, sometió el PDET a las lógicas de guerra y lo redujo simplemente a algunas inversiones de infraestructura. 

La implementación del acuerdo de paz pudo iniciar la transformación territorial integral y avanzar en las conversaciones y acuerdos con el Eln. Teníamos grandes expectativas de crear condiciones materiales e inmateriales para la paz. Desafortunadamente, los cálculos del establecimiento se centraron en la derrota militar y política de la insurgencia. Por ello, hoy las consecuencias se miden en un nuevo derrame de sangre que cobra la vida de líderes sociales, excombatientes, masacres, desplazamiento, persecución judicial y fortalecimiento de estructuras paramilitares y sus redes de apoyo.  La extrema derecha le apostó al fracaso del acuerdo de paz y una evidencia irrefutable fue la repudiable maniobra contra Jesús Santricht e Iván Márquez del exfiscal Néstor Humberto Martínez, el retorno a la guerra y la engañosa manipulación mediática  del conflicto. 

Los amantes de la paz tenemos la esperanza que un nuevo gobierno asuma la implementación del acuerdo de paz sin restricciones. Sería el mejor mensaje a las organizaciones alzadas en armas como el Eln. Un compromiso real con solución definitiva al conflicto armado, erradicando los problemas estructurales que le dieron origen. Queremos hacer del Catatumbo un laboratorio de paz y vamos a lograrlo en un gobierno de mayorías democráticas. 

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