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Infraestructura
El momento no pudo ser más propicio, pues tuvo lugar justo después de conocerse los resultados económicos.
Lunes, 27 de Noviembre de 2023

Culminó el Congreso Nacional de la Infraestructura, el cual se celebra con gran éxito todos los años en Cartagena. El momento no pudo ser más propicio, pues tuvo lugar justo después de conocerse los resultados de la caída en la actividad económica de 0,3% durante el tercer trimestre del año y, sobre todo, una caída de casi 20% en la inversión privada.

En medio de un panorama especialmente complejo, el encuentro culminó con un ambiente positivo por cuenta de los mensajes entregados por el presidente Petro. Por un lado, el Gobierno se comprometió a darle un impulso renovado al sector, con énfasis en la infraestructura social. El solo hecho de que el Gobierno haya dicho que trabajará de forma coordinada para que los proyectos bajo la modalidad de Asociaciones Público Privadas salgan adelante es ya un cambio de discurso. Hasta esta semana parecía que el sector privado no cabía en esa foto. En los anaqueles de la ANI hay varios proyectos listos a salir a concurso, como la vía que conecta a Pasto con Popayán, que en mi concepto es la más importante de todas las pendientes.

Ahora bien, el modelo no funciona si no hay confianza en el cobro de peajes. Por ello, lo primero que debe hacer el Gobierno es enmendar el error cometido en enero pasado y dar garantías que no volverá a intervenir con criterio populista las condiciones pactadas en los contratos. Sin esa garantía, los riesgos serán tan altos que difícilmente llegarían inversionistas.

El mensaje tranquilizador del presidente, que debe traducirse rápidamente en una hoja de ruta que movilice acciones concretas, llega en buen momento. La inversión en infraestructura es hoy apenas la mitad de lo que fue antes de la pandemia, cuando estaba en plena ejecución el programa de las 4G. Esto es resultado de malas decisiones de gobierno que desde la misma campaña sembró dudas sobre la conveniencia del modelo, por razones más ideológicas que prácticas.

Así pues, el compromiso del presidente con un sector vital para el presente y el futuro del país abre la puerta para recomponer el camino. Ojalá que este sea el primer paso para que el presidente pase a una fase pragmática no dogmática. Esto es mucho pedir, casi que ingenuo, pero lo debería hacer por su propio beneficio y el de todos los colombianos. De lo contrario, la desaceleración económica –y el deterioro de la seguridad– puede acabar consumiendo todo su capital político, ya de por sí bastante erosionado.

Además de prender el motor de la infraestructura también hay que adoptar medidas en otros frentes. El cambio en la sala de mando debe ser de fondo: los pasajeros están perdiendo confianza en la tripulación. El piloto hace permanentemente anuncios que lo único que logran es aumentar el nivel de nerviosismo. Ante esta pérdida de confianza nadie quiere correr riesgos.

Celebro que un grupo de importantes empresarios del país se hayan reunido con el presidente Petro. A todos los asistentes a esa reunión, como a todos los colombianos, nos conviene ahorrarnos una crisis mayúscula, que es hoy un escenario que está pasando de ser posible a ser probable.

Una caída estrepitosa nos dejaría en manos –como hemos visto en Argentina– de algún pretendido mesías que prometa la caricatura de una solución, pero que sin tener horas de vuelo tampoco logre controlar la nave. Al final del día es tan malo pensar que el sector privado sobra, como pensar que lo puede resolver todo.

El presidente tiene los instrumentos, que no son neoliberales ni de izquierda o derecha. Simplemente son los instrumentos que funcionan. Si a esto le suma mensajes que den tranquilidad a los pasajeros, como el retiro de algunas reformas en el Congreso, la estabilidad en las reglas de juego y el apego a la institucionalidad macroeconómica –que sufrió una embestida con el anuncio de la revisión de la regla fiscal para poder gastar más– las cosas pueden mejorar. Ojalá sea así.

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