Anteponer el bienestar de los pueblos a los radicalismos ideológicos para evitar que las diferencias terminen en el rompimiento de relaciones, con las graves consecuencias para la frontera colombo-venezolana a lo largo de estos años en que los gobierno antagónicos llevaron a vernos peor que las dos Coreas o que Estados Unidos y Cuba, es absolutamente indispensable, porque ellos al menos tienen oficinas de intereses y una línea de comunicación. En cambio, aquí ni siquiera sonó un teléfono.

La biometría, junto a bases de datos binacionales y con conexión a la Interpol, es un imperativo para la consolidación de una nueva frontera ordenada y segura, razón por la cual es un aspecto de primer orden.

Los ministros de Defensa admitieron -en la primera reunión que borró la paradoja de años sin ni siquiera haber mantenido contacto por Zoomque 14 grupos ilegales hacen de las suyas en la frontera, asunto que no es de poca monta, y donde ocurren incidentes permanentemente.

Por eso, ojalá el despliegue de tropas no sea solo una presencia protocolar mientras pasa el cuarto de hora de la reapertura. Tienen que activarse las acciones conjuntas de inteligencia, patrullajes a lado y lado, intercambio de información, planes de persecución al narcotráfico, el contrabando, la trata de personas, la extorsión y secuestro. La seguridad conllevará a la protección de los derechos humanos en esta zona tan dinámica, por donde miles de personas cruzan a diario.

Esa nueva frontera que se edifica desde hoy, tiene que contemplar una política bilateral contra la pobreza, desempleo, desigualdad social e informalidad en este territorio, para que la dinámica del intercambio comercial, con su flujo de dinero, no solo se refleje en la economía sino en el bienestar de la gente.

Hay otros dos detalles de logística sobre los que poco se ha hablado, pero que tienen que ponerse en la agenda para que el título de la frontera más viva de América Latina sea real.

Uno es el de los famosos permisos fronterizos que se expedían antes de que se rompieran las relaciones.

¿Seguirán exigiendo ese trámite si queremos los colombianos ir más allá de Peracal? O la nueva era llevará a que así como aquí no se exigía nada al venezolano para ir hasta Pamplona, se hará lo mismo con nosotros para ir hasta San Cristóbal.

Esa es una tarea urgente para las autoridades de migración y consulares. Y la otra pregunta aún sin repuestas es: ¿Cómo se manejará el tema de los carros y motos cuando se reabra el paso vehicular? ¿Qué sucederá con el registro para que los tenedores de vehículos venezolanos residentes en Norte de Santander paguen impuestos y puedan rodar por el departamento?

¿Va a haber pico y placa para el control de ese flujo? ¿Si hoy el peaje de la Autopista Internacional se congestiona en ciertas horas pico, qué pasará cuando lleguen más carros desde Venezuela? Aspectos de esta naturaleza hay que definirlos claramente en esa organización lógica de un paso fronterizo tan importante como el de los puentes Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander.

Y las trochas deben tener un capítulo aparte, porque si como se empezó a notar, que el Ejército está vigilante en su misión constitucional de resguardar las fronteras, deberá esperarse entonces que la Policía Fiscal y Aduanera despliegue grandes acciones para impedir que mientras por los pasos aduaneros cruzan las mercaderías legales, por los ‘caminos verdes’ los contrabandistas y traficantes hagan de las suyas con sus negocios ilícitos.

Y, para ayudar a que un nuevo panorama surja, resultaría adecuado que los dos gobiernos restablezcan mecanismos como la Comisión Binacional de Fronteras y la Comisión Presidencial de Asuntos Fronterizos Colombo-Venezolanos.

Esos mecanismos mostraron, en su momento, ser claves para el manejo de un asunto tan complejo como este.

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