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Especial| Urimaco, histórica tierra en busca de nuevo legado(I)
¿Sabía que heroína Mercedes Ábrego vivió en Urimaco cuando fue tomada prisionera?
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Ronaldo Medina
Ronaldo Medina
Sábado, 4 de Septiembre de 2021

A 40 minutos de la capital nortesantandereana un aviso da entrada a Urimaco, corregimiento histórico del municipio San Cayetano, cuya vía al caserío aún resguarda los horrores de un territorio olvidado pero que lucha por cerrar las cicatrices dejadas por la violencia y resurgir por sus tesoros identitarios y culturales.

Abundante en montañas arcillosas de arena amarilla, en antaño eran numerosos los camiones que entraban y salían para llevar la materia prima con la que fueron construidas muchas de las casas antiguas de Norte de Santander.

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Hoy, por los centros de acopio de carbón que van hacia los puertos de la costa Caribe a ser exportados en buques, la carga pesada continúa transitando la zona con cargamentos traídos de las minas de San Cayetano, San Faustino y Sardinata.

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‘Prohibido olvidar’

Permanecen latentes en la memoria de los más antiguos habitantes de Urimaco los tiempos oscuros cuando los rezagos de la violencia habían hecho de su territorio un cementerio a cielo abierto.

Relatan locales que desde otra parte de la región traían los muertos y los arrojaban en la vía, cuando era un territorio desolado, y eran los residentes del caserío quienes debían convivir día a día con los olores putrefactos de los cadáveres y el tétrico panorama.

“También hubo una época en la que la basura de la ciudad la arrojaban aquí, eso los recicladores lo extendían para recolectar el vidrio, pero también se la comían los cerdos que criaban por esa zona”, expresó un habitante.

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Desde que parte del paso fue ocupada por el asentamiento humano La Prosperidad fue que los horrores que padecían a diario comenzaron a disminuir, hasta el punto de no volver a saber de algún muerto, hasta hace poco, luego de mucho tiempo.

“La entrada a la vía daba mal aspecto y mala imagen en temporada de fiestas, las bolsas hasta se nos venían a la cara cuando íbamos entrando”, dijo Miriam Barbosa, presidenta de la Junta de Acción Comunal (JAC).

También la fundación Termotasajero ha sido clave en el cambio de imagen de la entrada, gracias a la instalación de cestos donde ahora descargan las basuras; cada semana, la alcaldía envía un camión a recolectarlas.

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Una devota de corazón

La capilla de Urimaco no cuenta con un sacerdote a tiempo completo, pero sí con una guardiana que, de vocación, se ha apersonado del cuidado y mantenimiento del santuario.

Teresa Beltrán es bogotana, pero llegó a Cúcuta en la década del 70 y, posteriormente, a Urimaco, tierra donde se asentó para hacer su vida. Desde entonces lleva consigo las llaves del templo y hace la novena a la virgen del Socorro, que tuvo su aparición en el lugar hace varios años.

“Como no hay campañas de políticos ni venta de cerveza, nuestra iglesia está abandonada, ahora no hay nadie y todo se acabó, llevamos tiempo sin poder hacer los homenajes en forma, pero aquí sigo yo”, confesó con voz quebrada.

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Aun así, Teresa se mantiene firme en su misión, tal como le nació desde que era niña, en sus tiempos en Bogotá, cuando tomaba un canasto, recogía pastillas de chocolate y se iba a escondidas detrás de los buses hacia la iglesia del 20 de Julio a repartirlos a los feligreses.

Aunque ya su edad no le permite subir las escaleras que llevan a la campana de la capilla, Beltrán se las ingenió para continuar con su actividad favorita y, amarrada la campana desde lo alto con una cuerda extensa, la hace sonar para avisar a sus vecinos que el novenario a la virgen del Socorro está por comenzar.

“Si algún día me llego a ir de aquí, lo pensaría bastante porque me daría pesar dejar la capilla, que es lo único que me mantiene apegada a Urimaco”, confesó.

Poca presencia municipal

La presidenta de la (JAC) manifestó que uno de los problemas más arraigados a Urimaco es la poca colaboración estatal que reciben en temas de infraestructura y recursos.

Cuenta la corregidora que han sido los empresarios del carbón quienes, como parte de sus actividades de responsabilidad social, aportan en la celebración de festividades, además se comprometieron con la comunidad en pavimentar las vías faltantes y, una vez terminen de recolectar los recursos, iniciarán las obras.

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“La última vez que hubo ambiente abierto fue cuando vino la Policía Nacional hace dos semanas, que trajeron la orquesta y organizaron una actividad de esparcimiento social”, declaró Barbosa.

Antes de la pandemia, el cabrito era el plato que más atraía a quienes visitaban Urimaco, pero, por la crisis económica, la cría de este animal está casi extinta en la zona.

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Agua contaminada

La limpieza de la quebrada Tonchalá, que atraviesa a todo el corregimiento, ha sido otra solicitud constante de los habitantes, por las aguas negras que contaminan la corriente.

“A eso de las cuatro o cinco de la tarde no nos podemos sentar en el andén de las casas porque los zancudos y los animales abundan”, expresó la corregidora.

La comunidad agregó que, por este problema, varias personas están sufriendo enfermedades parasitarias en sus vías digestivas.

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“No tenemos agua tratada, la que estamos bebiendo es de muy mala calidad, siempre tenemos que hervirla. Hace poco nos enviaron la prueba del agua y los resultados fueron alarmantes”, dijo la presidenta de la JAC.

En antaño, aquellas aguas eran utilizadas para lavar, pescar y llevar agua en tarros mantequeros para cocinar y lavar en casa, pero ahora es imposible.

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Tierra de historia

Lo que en otro tiempo fue la hacienda de Urimaco, hoy es un corregimiento recordado por los locales por la historia que guardan sus calles. Cuentan habitantes que la heroína de la independencia colombiana, Mercedes Ábrego de Reyes, habitó durante varios años una finca en la que cultivaba cacao para enviar a Maracaibo.

Reconocida por su peculiar talento para el bordado y las artesanías, la heroína tejió para el libertador Simón Bolívar una casaca en oro, en apoyo a la causa patriótica y en símbolo de su admiración a Bolívar.

En 1813, una vez el capitán español Bartolomé Lizón ocupó Cúcuta, ordenó la captura de Ábrego y, desde su hacienda en Urimaco, fue llevada prisionera al lugar que hoy rinde honor a su nombre, el parque Mercedes Ábrego, donde fue ejecutada frente a sus tres hijos.

En honor a su legado, en el parque del corregimiento se le erige una estatua, construida en 1990. De aquella finca que alguna vez ocupó Mercedes Ábrego solo quedan rezagos de la estructura.

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