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La yuca y el aguacate se convirtieron en helados en La Playa de Belén

Hasta el pueblo llega gente de todas partes del mundo preguntando por estas delicias gastronómicas que elaboran la manos de una monja retirada.

En medio de la crisis económica generada por la pandemia salen a flote emprendimientos caseros para convertir los productos agrícolas en delicias. Es lo que está ocurriendo en el municipio de La Playa de Belén, declarado como Bien de Interés Cultural de carácter Nacional y monumento de Colombia, donde unos singulares helados están deleitando los más exigentes paladares de propios y extraños.

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El ingenio y creatividad de la monja retirada Elba Luz Claro Claro la convierten en protagonista de esta historia que tiene como ‘actores’ estelares la yuca y el aguacate,  productos que siembre abundan en la zona.

El centro de operaciones está en la tienda ‘La Gran Parada’, adonde a diario  acuden habitantes de la Playa de Belén e ilustres visitantes de Colombia y el mundo.

Hasta el obispo de la diócesis de Ocaña, monseñor Luis Gabriel Ramírez Díaz, no resistió la tentación y arribó hasta el lugar para probar el insólito producto que resalta en la gastronomía de esa población.

Es paso obligado de los turistas que visitan el Área Única Natural de Los Estoraques quienes preguntan por la ubicación de la tienda ya que la propaganda traspasó las fronteras y el comentario ha llegado hasta los distintos continentes.
 

De manera acuciosa la monja prepara las delicias para atraer a los turistas.

 

Bendecidos por Dios 

Sagradamente se levanta en las horas de la madrugada, eleva las plegarias en acción de gracias al santo redentor por un día más y emprende el ritual para deleitar a chicos y grandes.

En una esquina del parque principal Ángel Cortés se encuentra la tradicional tienda, en una casona estilo colonial donde se ofrecen los famosos helados de yuca y aguacate.

Detrás de unas viejas vitrinas aparece una mujer agradable con rostro angelical, con una sonrisa a flor de labio, dando la bienvenida a los forasteros.  Lo que no saben los visitantes es que en sus años mozos fue una monja consagrada a la comunidad de San Juan Evangelista haciendo obras de caridad en los distintos rincones del país y que por aquellas circunstancias del destino colgó los hábitos. Dios le encomendó una misión especial en su tierra natal: cuidar a sus padres.
 

Hasta el obispo de la diócesis de Ocaña no resiste el antojo.

 

El retorno a su patria chica 

La hermana Elba Luz, es una mujer excepcional en el pueblo, todo el mundo la admira, la quiere por su espíritu solidario y vocación de servicio hacia las distintas comunidades.

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En la congregación cumplió 28 años de apostolado. A raíz de los quebrantos de salud de sus padres, solicitó un permiso especial para cuidarlos hasta el último minuto de sus vidas. Efectivamente, murieron y se quedó en la tienda perpetuando la memoria. 

Un campesino del corregimiento de  Aspasica frecuentaba el lugar, cierto día propuso a la monja intercambiar recetas de helados y una llamó poderosamente la atención.

“Me dijo que su esposa hacía helados de yuca en la finca, pero no sabía hacer otra variedad. Le revelé la fórmula de las delicias que se pueden hacer con el coco y él hizo lo propio en un papelito. Por los afanes, se me traspapeló y un domingo llegó con unos amigos a probarlos. Pasé la pena y dediqué tiempo a buscar la receta y elaborarla”, precisa la hermana.

Confiesa que fue la sensación en la región y los mismos visitantes se encargan de hacer publicidad, ya que siempre corren hacia la esquina a saborear los helados.
Hasta ese sitio han llegado turistas de las diferentes latitudes del país y el mundo para complementar la gastronomía con un delicioso helado. 

Mucha gente de manera jocosa pregunta por helados de apio y ella le riposta que hay de aguacate. Precisamente, durante la pandemia se le ocurrió utilizar ese producto en abundancia y le sonó la flauta. 

 “Es un toque especial al paladar, la gente prueba  el primero y quiere comerse el otro. Aquí llegan muchos alemanes, italianos, holandeses, escoceses, australianos, suizos, canadienses, mexicanos, bolivianos y chilenos”, indica.

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La cita es en la tradicional tienda en una esquina del parque principal.

 

La receta 

La tienda tiene más de 50 años, creada por sus padres Manuel Antonio Claro Carrascal y Esther Emilia Claro, y siempre se han vendido helados de diferentes sabores.

La monja señala que desde niña ayudaba a hacer helados a su señora madre, y lo que se aprende nunca se olvida, dice.

En la última etapa de vida de sus padres aprendió a elaborar los de yuca y ahora los de aguacate,  estos últimos la sensación para propios y visitantes.

 Un buen fin de semana se pueden vender hasta 500 helados con un alto poder nutritivo y el costo es de mil 500 pesos.
 
La receta es sencilla, adquiere la yuca en la plaza de mercado, consigue leche de vaca y en polvo, huevos criollos y azúcar.

“Es bastante nutritivo y la gente paga con gusto. En vez de una paleta de agua, pueden comprar un delicioso helado”, agrega.

Cocina la yuca, se licúa y se vuelve a colocar a fuego lento. Se bate hasta que espese como un arequipe con una consistencia. “Se requiere mucha constancia, dedicación, entrega, sacrificio y mucho amor”, exclama con una carcajada que retumba en la vieja casona de estilo colonial.

Desde distintas latitudes llegan turistas para saborear los helados de yuca y aguacate.

 

La niñez la pasó en la vereda Rosa Blanca, en una finca cerca a los Estoraques. Luego se trasladaron al casco urbano y cuando llegaba de la escuela ayudaba a su mamá a poner los palitos a los helados de coco y galletas de soda.
 
Durante los años juveniles ingresó a la comunidad religiosa y de regreso continúo con la tarea. Sus padres enfermos necesitaron la ayuda de su hija y vino a acompañarlos. La gente extrañaba los helados y ahí retomó la idea para satisfacer a los turistas atraídos por ese refresco de la gastronomía local.

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Los comensales aseguran que son manos sagradas bendecidas por Dios las que baten los huevos, el producto agrícola y los otros ingredientes para otorgar un gusto especial.
 
La religiosa indica que con los altos costos de los productos de la canasta familiar las ganancias son pocas, pero no desfallece para honrar a sus padres que ofrecían ese servicio a los visitantes.
 
El publicista Orielson Sarabia resalta esa iniciativa innovadora y la capitalización de un nombre que tiene reconocimiento a nivel nacional e incluso internacional. “En ese posicionamiento de marca se podría hacer helados de la hormiga culona, de cocota, plátano, papa e, incluso, de cebolla caramelada por el alto contenido nutricional. Yo en Brasil probé el jugo de aguacate y estos helados no tienen nada que envidiar a los cariocas”, exclama.

Chicos y grandes disfrutan de los helados de yuca y aguacate.

 

El alcalde Íder Álvarez García indica que es un emprendimiento bastante curioso y que le da un toque especial a los paladares de los extranjeros. “Es la oportunidad de aprovechar esas iniciativas caseras para promocionar la región, para reactivar la economía”, agregó.
 
La señora Lineth Pacheco indica que cada vez que pasa hacia el cementerio entra a la tienda a chupar esas delicias.  Existen muchas comidas típicas para degustar y vivir del turismo, en especial las producidas por las empresas caseras como brevas, cocadas, café tortas y deditos, y los helados”, recalcó.

La Playa de Belén es un municipio en la subregión de occidente del departamento de Norte de Santander, Colombia. Se encuentra en el noreste colombiano sobre la cordillera oriental de los Andes a 1.450 msnm.

Es Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional, Monumento Nacional de Colombia, declarado así el 6 de mayo de 2005.

Hace parte de la Red de pueblos patrimonio de Colombia.  La región cuenta con un agradable clima, una temperatura Promedio de 20 centígrados en donde la gente se puede sentar en el parque a disfrutar de los helados de yuca y aguacate.

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Con una sonrisa la monja retirada brinda los helados a los turistas de distintas partes del mundo.
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Javier Sarabia Ascanio
Javier Sarabia
Viernes, 15 de Octubre de 2021
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